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El Telégrafo
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Medallistas mundiales de paratletismo juvenil viven una aventura con final feliz

Ánderson Colorado, Marlixa Padilla y Damián Carcelén exhiben los metales que alcanzaron en Nottwil, Suiza.
Ánderson Colorado, Marlixa Padilla y Damián Carcelén exhiben los metales que alcanzaron en Nottwil, Suiza.
Foto: John Guevara / El Telégrafo
14 de agosto de 2017 - 00:00 - Redacción Fanático

Marlixa Padilla, Damián Carcelén y Ánderson Colorado creen que están viviendo una película de aventuras. Hace tres años les era difícil imaginar trepándose a un avión, viajando a otro país y, menos, recibiendo medallas en un mundial, el de paratletismo Sub-20 ‘Nottwil 2107’. Ahora, en el Valle del Chota, de donde son nativos, hasta tienen cierta fama.

Damián ganó las medallas de oro en el salto de longitud y en los 400 metros planos, pero hace 3 años nadie en la comunidad de Tumbatú, perteneciente a la parroquia San Vicente de Pusir (Carchi), daba un centavo partido por la mitad a que dentro de ese chico desaliñado, sucio y con los mocos en hilos, habitaba un campeón.

Germán Chalá, entrenador de atletismo, fue quien, más que captarlo como potencial deportista, lo rescató de una situación de vulnerabilidad.

“Lo descubrimos y lo incorporamos porque se sentía desplazado por la gente, vivía calamidades que no quisiera nombrar. Se sentía excluido, maltratado”, revela el adiestrador.

Ahora la situación de Damián ha cambiado tanto que parece otra persona. Su abuelo, Rigoberto Delgado (60 años), agradece no solo la oportunidad que tuvo para superarse, sino que su nieto le haya resultado “buena cabeza”, porque desde que recibe ayuda económica ha cumplido varios objetivos personales, como tener su casa propia.

La realidad social de los tres, prosigue Chalá, era delicada. No olvida que cuando conoció en Carpuela (Imbabura) a Marlixa y Ánderson los encontró descalzos, sucios y sin buenos hábitos de aseo y educación; ahora sonríe cuando recuerda que Marlixa alcanzó la presea de bronce en los 400 metros lisos de la cita global, en la que Ánderson se adjudicó la de plata en los 400 metros y la de bronce en el salto de longitud.

Y es que al Centro de Alto Rendimiento (CEAR), lugar de los ensayos, entraban sin saludar y había que armarles “guerra” para llevarlos a bañarse a las duchas.

Un sábado a Marlixa le preguntó si ya se había bañado, y ella le dijo que “recién” el jueves lo había hecho. Acostumbraba a ducharse una vez por semana. Era una adolescente a la que otros chicos solían molestar y por eso siempre estaba a la defensiva, como tiene problemas de lenguaje, su mejor manera de responder era con golpes.

Por todo esto, el carácter de la joven es explosivo y le es difícil confiar en los extraños. En marzo último, cuando viajaban a Sao Paulo (Brasil), para intervenir en los Juegos Parapanamericanos Juveniles, Marlixa se asustó mucho y gritó en el avión al percatarse de que Germán no estaba, pues había tomado otro vuelo.

“Como éramos bastantes, habíamos organizado el desplazamiento por grupos, y cuando llegamos de Quito a Guayaquil yo estaba con quienes debíamos hacer escala en Lima; mientras que a Marlixa le correspondió ir con el grupo que tomó la ruta por Bogotá. Me cuentan que al no verme se desesperó mucho”, rememora.

El instructor añade que los lazos entre ella y él son muy fuertes, sobre todo porque la chiquilla y sus hermanos menores crecieron sin padre,  al amparo exclusivo de su madre, Irene Padilla.

El afecto entre ellos es tal que Marlixa le dice papá al aleccionador.

Remarca que de todos los cultores paralímpicos que entrenan en el CEAR de Carpuela, Marlixa es la de menos recursos económicos; reside en una casita de adobe y su progenitora se dedica a la agricultura.

Un cambio total

Según relata su madre, Martina Mina, a Ánderson Colorado le diagnosticaron discapacidad intelectual cuando atravesaba el segundo curso en la Unidad Educativa Valle del Chota. Las sospechas de que algo no andaba bien en su desarrollo se iniciaron cuando el adolescente no se disciplinaba y todas las semanas los maestros le llamaban la atención.

En casa era igual, molestaba a sus hermanos y su comportamiento era un permanente dolor de cabeza. El psicólogo del plantel educativo recomendó que lo llevaran a examinar a Ibarra, así que en el Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (Innfa), lo evaluaron y le diagnosticaron su limitación intelectual. 

Ánderson es el cuarto de los seis hijos que tienen doña Martina y don Álvaro Colorado, dueños de un inmueble pequeño en el que habitan junto a sus vástagos; el atleta es el cuarto de sus hijos y ahora es una ayuda, ya que solventa sus propios gastos. La manutención de la familia corre por cuenta de don Álvaro, quien se dedica a la agricultura, y de doña Martina, que vende frutas y verduras en el mercado San Miguel de Tulcán.

Germán Chalá menciona que gracias al deporte, la vida de Marlixa, Ánderson y Damián cambió rotundamente. Ahora cuidan de su aseo personal, les gusta vestir bien y son más sociables. Es como un cuento de hadas, donde los finales felices no paran de aparecer. (I) 

Datos

Marlixa, Damián y Ánderson corresponden a la categoría T-20 de discapacidad intelectual, para personas con un coeficiente intelectual por debajo de 70 (100 es el coeficiente de una persona media).

Los tres constan en el Plan de Alto Rendimiento del Gobierno Nacional que les ofrece varias ventajas, como una ayuda económica mensual para sus gastos.

Según el entrenador Germán Chalá, la que menos dinero percibe es Marlixa, cuyos ingresos son de $ 150. La cultora anhela que la presea de bronce mundial le permita mejorar su beca para 2018.

El viernes pasado, en la Unidad Educativa Valle del Chota, Marlixa Padilla, junto a los también seleccionados nacionales Stalin Mosquera y Ronny Santos, recibieron el certificado de haber culminado la primaria.

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