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El Telégrafo

La victoria de Trump

19 de noviembre de 2016 - 00:00

La reciente campaña presidencial hacia la Casa Blanca ha sido la más sucia de la que se tenga memoria en la historia política contemporánea estadounidense, puesto que ha pasado de los insultos y ataques mutuos, típicos y bochornosos en lides electorales, hasta amenazas de inicios de investigaciones federales.

La cobertura periodística brindada por RT al referirse a los candidatos en forma de cómics define de forma brillante, en modo gráfico, cómo la política americana se asemeja a un dibujo animado comprendido en la cultura del pop art.

Pese a las opiniones de analistas políticos y destacados funcionarios  respecto al hecho de que el presidente de EE.UU. debe ser un estadista, diplomático y político de carrera, con valores incuestionables, la historia nos indica e ilustra que aquel punto de vista no ha sido una fórmula a la que deban o debieran sujetarse los candidatos. Basta únicamente el financiamiento empresarial.  

Algunos de los mejores ejemplos para ilustrarlo fueron: John F. Kennedy (20 de enero de 1961 - 22 de noviembre de 1963). Como es conocido, obtuvo el aporte a su campaña presidencial de la mafia, situación que no solo le costó su vida y mandato, sino también la vida de su hermano Robert ‘Bobby’ Kennedy, quien pudo haberlo sucedido luego de la administración de Lyndon Johnson en momentos que realizaba la campaña electoral. En cuanto a los asuntos familiares, tampoco tuvo un comportamiento católico socialmente aceptable en la sociedad de entonces.

De igual forma se conoce el hecho de la renuncia a la que se vio obligado a firmar el presidente Richard Nixon (20 de enero de 1969 - 9 de agosto de 1974) por actos de corrupción en su mandato al establecerse financiamientos indebidos en el corazón mismo del Partido Demócrata.  

Por otra parte, conocemos la elección de Ronald Reagan, quien pasó de la industria cinematográfica de Hollywood a la Casa Blanca como el presidente número 40 de EE.UU.

La elección de George Bush hijo, de igual forma, fue ampliamente cuestionada con las mismas variables de la reciente elección del candidato Donald Trump, a través del ya célebre y famoso voto indirecto concedido a los consejos electorales. Sus problemas de adicción -G. Bush hijo- al alcohol en su juventud tampoco incidieron al momento de elegir un presidente con las características de las que se preocupan los analistas políticos norteamericanos.

Como ya es conocido el método de votación en EE.UU, que data de hace 229 años, se constituye en un voto indirecto, que proviene desde el ciudadano hacia los consejos electorales, los cuales finalmente deciden a quién otorgar el voto final unificado al que será presidente de EE.UU. Con dichas reglas de juego en las que se centra el ‘sistema’ norteamericano, fueron los consejos electorales los que concedieron a Donald Trump 290 votos frente a 229 de la candidata demócrata Hillary Clinton, quien, pese a haber obtenido el voto popular, cayó derrotada.

Obtenidos y publicados los resultados de los consejos electorales, no cabe más que analizar el hecho de que los norteamericanos que integran los consejos electorales deciden como árbitros a quién dar el voto. En esa perspectiva, las minorías -tales como inmigrantes, musulmanes, latinos, afroamericanos- en nada influyen en las decisiones electorales estadounidenses. (O)

Pablo Javier Barragán Ordóñez

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