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El Telégrafo
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Crónica a pie

'Don Pica', el hombre que da vida a las piedras

'Don Pica', el hombre que da vida a las piedras
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
04 de octubre de 2016 - 00:00 - Vanessa Silva. Periodista

A lo largo de la avenida Mariscal Sucre, mejor conocida como Occidental, se extienden numerosos negocios y ventas ambulantes. Hay desde aquellos sitios con instalaciones adecuadas y bien iluminados, que se los distingue fácilmente de lejos; también están los comerciantes informales ubicados en cualquier parte o que recorren la autopista a pie exhibiendo sus productos a transeúntes y conductores. El ingenio no tiene límites cuando la necesidad es grande.

Cerca de la facultad de Educación Física de la Universidad Central del Ecuador (UCE), en sentido norte-sur, aproximadamente a unos 200 metros de los túneles de San Juan, una parte del pavimento de la avenida Occidental se torna blanca. Parecería extraño, pero así es. No se trata de una mancha o de un error al pintar las señales de tránsito. Ese color se debe al polvo emanado de las piedras en las que trabaja Ramiro Perraza, de 53 años, a quien sus clientes y amigos llaman ‘Don Pica’, porque hace 40 años se dedica a dar forma a las rocas.

Su negocio no tiene paredes ni techo. Ramiro se cubre del sol o de la lluvia con un plástico negro, de apenas dos metros de ancho y largo, que está amarrado a una cerca de alambres y atado a dos palos. Debajo de esa improvisada cubierta, ‘Don Pica’ se instala de lunes a viernes de 08:00 a 17:00. “Como yo soy mi propio jefe, me pongo los horarios que quiero y los cumplo”, comenta mientras golpea una piedra con el martillo. Las piedras están esparcidas por el suelo como si fueran desperdicios, pero para Ramiro representan el sustento con el que alimentó y educó a sus tres hijos.

El oficio lo aprendió de su padre cuando apenas tenía 13 años. Orgulloso cuenta que él es la cuarta generación de su familia que desempeña esta actividad. “Esto lo empezó mi bisabuelo (...) comenzaron rompiendo piedra en la cantera del Penal García Moreno”, recuerda con claridad. Ramiro, en cambio, se provee de material en la parroquia Lloa, a pocos kilómetros al suroeste de la capital.

Sus manos son gruesas. Tiene las venas abultadas y la piel cubierta del polvo blanco. Para una actividad como la suya, resulta un poco extraño no ver cicatrices profundas o huellas severas de su trabajo. Aquello solo demuestra la habilidad con la que realiza su trabajo. “Hasta ahora, por suerte, no me he volado (cortado) ningún dedo”, menciona entre risas con la satisfacción de quien domina casi a la perfección el martillo, el combo, el cincel, el esmeril y otras siete herramientas más. De los innumerables golpes que él mismo se ha propinado por no acertar bien o porque una piedra le cayó encima, solo dice con gracia: “con la práctica a veces uno ni siente el dolor”.

En 40 años ha elaborado de todo, columnas, piletas de agua, gradas, chimeneas, esculturas de animales o personas. Si bien los pedidos vienen con indicaciones precisas, Ramiro le da su toque con detalles particulares. “Me da mucha alegría cuando termino un trabajo”, expresa entusiasmado mientras comenta que un día quiere hacer un unicornio de una sola roca grande, no para venderlo, sino para tenerlo en su hogar como muestra de su destreza. Para él, esculpir piedra requiere de vocación más que de estudios. “Si uno no ama lo que hace, no le va a salir bien”, dice enfatizando que para cada trabajo existe un material específico.

Hace más de un año lo contrataron para esculpir figuras con los sellos de varios países de América para la Basílica del Voto Nacional. Por aquel entonces a alguien se le ocurrió llamarlo ‘el escultor del Apocalipsis’, recuerda sonriendo. Aquello se debe a que sobre la Basílica pesa la misma leyenda que en templos europeos góticos: el momento en que se termine de construir la iglesia, el mundo se acabará. La estructura localizada en el sector Santa Prisca, centro de Quito, empezó a edificarse en 1890 y desde entonces está inconclusa.

“Me molestaban diciéndome que cuando completara el trabajo el mundo se iba a terminar. A la gente le gusta hacer chistes de todo”, expresa.

Los vehículos pasan a toda prisa por la avenida Occidental, algunos se detienen para conocer a Ramiro y contratarlo. Es un hombre alegre. Lo apasiona el fútbol, tanto que ha jugado en varias ligas barriales. Mientras ejecuta su oficio, todos los días escucha atento un programa radial deportivo. Al preguntarle si considera dedicarse a otra cosa, responde con seguridad que su labor la lleva en la sangre. “Alguna vez me propusieron trabajar como guardia de seguridad, pero no quise porque eso no es para mí.

Lo mío es darle vida a las piedras”, enfatiza ‘Don Pica’ convencido de que dejará sus herramientas solo cuando sus días en este mundo se agoten. Antes de eso, nunca. (I)

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