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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

¡Suerte Lenín!

25 de abril de 2017 - 00:00

Cuando la reacción estigmatiza a la Revolución Ciudadana como ‘dictadura’ que “concentra todos los poderes”, lo que rechaza es la correlación de fuerzas favorable a ella en el Estado, sustentada en el voto popular mayoritario otorgado en las urnas, y que, luego de diez años, ha sido ratificado en el balotaje del 2 de abril. Esto significa que no solo el Gobierno, sino el Estado en su conjunto deben trabajar por el Buen Vivir ordenado por la Constitución (2008), la razón de fondo de la cólera de las fuerzas reaccionarias.

Por ello, pese a que expresa el mandato mayoritario, la extrema derecha ha decidido no reconocer el triunfo de Lenín. Tiene la audacia de afirmar que este se ha obtenido “con mucho menos de la mitad de los votantes”, caracterizando como ‘ilegítimo’ su gobierno nacido de la mayoría. No debe extrañarnos. Luego de habernos animalizado como ‘borregos’ de un ‘dictador’, tal como sus antepasados animalizaron a los(as) trabajadores de sus haciendas, ahora pretenden invisibilizarnos y desconocernos como ecuatorianos(as) porque no votamos por ellos. Ni siquiera pueden asumir los procedimientos básicos de una democracia formal. He ahí el núcleo de su protofascismo.

Uno de los asambleístas electos por CREO ya ha advertido que “se opondrá a políticas públicas que representen el continuismo” y que, según él, expresan “cómo el Estado se impone sobre el ciudadano”. Hay que preguntarle qué entiende por ciudadanía. Si nos guiamos por las declaraciones del banquero, veremos que él piensa no en el Estado sino en el mercado, no en el Ecuador, sino en el mundo como territorio comercial y en los ciudadanos(as) como consumidores, conceptos en las antípodas de la Revolución.

Se proyecta, entonces, en la coyuntura que se abre, una batalla entre la izquierda y la derecha en torno a lo que hace diez años interpeló la Revolución naciente: la ciudadanía, entendida por ella como sujetos de derechos y por la derecha como consumidores, y, en ese marco, la disputa por el rol del Estado y las políticas públicas. Y aquí cabe advertir que, si bien se mantiene aún en el Estado la correlación de fuerzas favorable a la Revolución, no es menos cierto que esta se ha modificado en la sociedad, tal como lo demuestran los resultados de esta elección.  

En condiciones que prefiguran una batalla real y virtual por la captación de la ciudadanía entre dos proyectos políticos opuestos, en el marco de una escena azuzada por la violencia de la extrema derecha, la Revolución Ciudadana debe ampliar su base social de apoyo y por ello es correcta la posición de Lenín de reintegrar a los que se fueron a un proyecto político que prioriza al ser humano y no al capital, que entiende que el Estado y no el mercado es el que garantiza la igualdad de oportunidades para los(as) excluidos(as) y que son los derechos de todos(as) y no la codicia de unos pocos los que deben orientar la política pública. Ojalá los que se fueron mantengan estos principios. ¡Suerte Lenín! (O)

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