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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Sobre el pastor mentiroso

14 de abril de 2017 - 00:00

Cuando se es oposiciòn, hay quien cree que se puede apelar a cualquier recurso para ir contra el gobierno existente. Sobre todo si se cuenta con protección mediática, como sucede a las oposiciones cuando son de derecha. Pero, finalmente, algunos de estos recursos pueden volverse como un boomerang para quien los esgrime. Cuando el macrismo, actual oficialismo argentino, estaba en oposición al gobierno progresista de Cristina Fernández de Kirchner, apoyó alegremente un larguísimo paro de las patronales agrarias, que se lanzaron a cortar las rutas del país. El gobierno kirchnerista no reprimió estas acciones abiertamente ilegales, por decisión ideológica: estaba en contra de la represión a la protesta social, y no cometería la incoherencia de aplicar contra otros lo que no quería se aplicara a los propios.

El gobierno macrista ha decidido últimamente abandonar su apariencia ‘amable’, que trabajosamente trataba de sostener. Ahora parece decidido a reprimir abiertamente: lo inició contra un corte de ruta el día del paro general (6 de abril), y tras el encarcelamiento de varios militantes el día siguiente en la provincia de Mendoza, lanzó dos días después una sorpresiva y absurda represión en la ciudad de Buenos Aires contra docentes indefensos, que no estaban cortando ninguna calle ni comprometiendo el orden o la seguridad públicas. El argumento penosamente sostenido por algunos funcionarios fue que no había un permiso formal para la reunión de los docentes: trató de sostenerse la idea de ‘ilegalidad’ que -en verdad- solo podían adscribir claramente al corte de ruta de tres días antes (si bien, claro, no siempre los límites de la legalidad equivalen a los de la legitimidad; era un corte de ruta en día de paro general nacional).

Ahora bien: no solo el gobierno derechista de Argentina está lejos de ser un ejemplo en cuanto a legalidad (el presidente está imputado en varias causas judiciales, la vicepresidenta también, varios ministros otro tanto), sino que no puede olvidarse que hace poco tiempo aplaudía y exhortaba acciones de cortes de ruta contra el gobierno anterior, y jamás las asumió como ilegales ni hubiera aprobado su represión.

Por ello, ahora su legitimidad para reprimir la alegada ilegalidad de los cortes de ruta está fuertemente erosionada. En aquellas fábulas que encendieron nuestra imaginación de niños, está la del pastor mentiroso. Ella tiene mucho que decirnos en relación a actitudes del actual Gobierno argentino.

Así fue que -siendo aún oposición- denunció fraude en provincia de Tucumán, así como años antes lo había denunciado en provincia de Buenos Aires. Pero en Tucumán esa derecha perdió poco después por paliza, y en provincia de Buenos Aires el kirchnerismo mostró quién es verdaderamente republicano, pues perdió la elección y aceptó el resultado. Lo mismo que hizo cuando la elección de Macri, quien también preparaba denunciar fraude si no ganaba. El kirchnerismo no tenía esa invención de falso fraude en su repertorio político.

Puede ser buena moraleja para las derechas latinoamericanas. Si se denuncia cuando no hay nada que denunciar, nadie les creerá el día que tengan algo serio para denunciar. Y además, darán lugar para ser denunciados por igual si un día les toca ganar. Romper las reglas del juego es algo que no solo perjudica a los adversarios; cae para ambos lados del conflicto político.

Todavía la fantasía de los cuentos de infancia puede orientar nuestros actos de adultez. (O)

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