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El Telégrafo
Fander Falconí

¿Por quién votamos ahora?

18 de enero de 2017 - 00:00

El polémico cineasta estadounidense Michael Moore, en su documental Where to Invade Next (conocido en español como ¿Qué invadimos ahora?), nos presenta varias realidades sociales en forma divertida. En esta película, Moore muestra políticas sociales desconocidas en Estados Unidos, pero vigentes en Europa. En su ‘invasión’ a Finlandia, descubre y se apropia del mayor tesoro finés: la educación. ¿Qué hizo tan diferente y tan excelente a la educación finlandesa? Antes que nada, atreverse a pensar.

Mientras muchos países copiaban el modelo estadounidense o británico o francés o alemán o ruso, con la esperanza de  ser un día como sus ídolos, los irreverentes maestros de este país nórdico se atrevieron a ser originales. “¿Qué tal si…?”.

El sistema educativo en Helsinki empezó por eliminar las tareas para la casa. En la escuela se enseña, en la casa se vive. Niños y niñas viven jugando, interactuando con sus vecinos. La escuela debe ser atractiva para los pequeños y no causarles temor. Sin deberes que entregar, sin lecciones que exponer. El almuerzo se considera una clase, parte importante de su corta jornada escolar. Ser feliz y respetar a los demás es más importante que ser instruido y competir con los demás.

Acabábamos de ver el documental de Moore, cuando salieron varias noticias por internet. Finlandia, para estudiantes de bachillerato (15-18 años), está eliminando en forma gradual las asignaturas, es decir, las materias. Esto se hace para que las personas que se educan piensen por sí mismas, para que sean críticas. Siguiendo una tendencia futurista de educación holística o de pensamiento complejo, los estudiantes finlandeses plantearán problemas locales o mundiales, que serán analizados desde las ciencias, las matemáticas, el lenguaje, la historia, etc.

En Finlandia es ilegal cobrar por la educación, así que la educación allá no es un negocio y, por tanto, no hay escuelas privadas. No hay exámenes estandarizados con respuestas múltiples, es decir, no hay competencia por ser la mejor escuela. La mejor escuela es la de cada barrio, igual que cualquier otra. Nadie está buscando esa mejor escuela. Esto es parte del sistema nórdico que nos dio los indestructibles celulares Nokia. Ellos dicen que así los ricos deben preocuparse de que la educación pública sea excelente, porque sus hijos asistirán a una escuela pública. Y al estudiar todos juntos, todos serán amigos. Los profesores tienen un enorme reconocimiento y prestigio social.

En Ecuador, los últimos 10 años hemos visto una mejora sustantiva del sistema educativo. Antes, solo algunos colegios privados ofrecían la posibilidad del bachillerato internacional; hoy muchos colegios fiscales tienen esa opción. Se ha incrementado la cobertura educativa. Y solo los candidatos de la Revolución Ciudadana (¿acaso han escuchado propuestas positivas relacionadas con la educación inicial y el bachillerato a los otros candidatos?) están comprometidos en hacer realidad el sueño de la mejor escuela ubicada en el territorio en forma organizada, porque esa es la verdadera democracia: dar las mismas oportunidades al alumnado de los prestigiosos colegios de Quito y Guayaquil, como a los estudiantes de los colegios de Colta o de Quinindé. (O)

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