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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

Mejor un banquero que el continuismo

20 de marzo de 2017 - 00:00

La decisión de las izquierdas tradicionales y de los marxistas probancarios del Ecuador de votar por el banquero neoliberal Guillermo Lasso, al menos ha provocado remezón entre algunos de los intelectuales vinculados a esos sectores.

Aunque continúan privilegiando el ataque al “correísmo” y al “continuismo”, no se han atrevido a proclamar el voto pro Lasso, pero han acudido a verdaderas piruetas conceptuales para demostrar que el país está en una “encrucijada”, que demanda construir la “alternativa popular”, “diferente” e “independiente”. ¿Qué es eso?

Los argumentos nacidos en esas filas han dado fundamentos políticos y justificaciones teóricas a todas las izquierdas probancarias del país, hoy un sector ciertamente activista, pero absolutamente marginal en la vida nacional, y que considera a la Revolución Ciudadana como su principal “enemigo de clase”.

Suponiendo que el “correísmo” representa una nueva derecha, enriquecida y corrupta, un régimen que “criminaliza” la protesta social, que modernizó al capitalismo extractivista, controla todos los poderes con autoritarismo, que “acabó” con la democracia, etc., algo raro está sucediendo en estos análisis, porque distintos estudios e incluso organismos internacionales como Cepal, PNUD, BM y hasta el FMI resaltan la obra pública, los logros sociales, el avance en la equidad y hasta el progreso institucional durante la última década.

Si el “correísmo” encarna tantos males, cabe preguntar cómo es que este “neo/neoliberalismo” es considerado un referente democrático y progresista en América Latina y Europa, por recuperar el papel regulador del Estado, institucionalizar sus funciones, extender obras públicas, ampliar servicios sociales (educación, salud, seguridad social), imponer la tributación redistributiva, y mantener derechos sociales y laborales; todo lo cual, en cambio, fue destruido durante las décadas finales del siglo XX, con el modelo empresarial/neoliberal que hoy amenaza con volver.

El dogmatismo ha terminado por falsear la realidad y ha desmoronado la credibilidad de quienes lo sustentan. Como se conoce bien en ciencia política, en las elecciones se enfrentan fuerzas sociales e intereses que rebasan a las individualidades; de modo que solo forzando una supuesta disyuntiva entre democracia y dictadura, puede creerse que Lasso (igual habría sido cualquier otro finalista) restaurará la “democracia”.

Porque si se acudiera con seriedad a la historia social y económica del Ecuador, se comprendería que las derechas que vienen, si triunfan, traen los intereses de unas oligarquías y elites empresariales que son de las más atrasadas y explotadoras en América Latina, y que nunca llegaron a ser, para aplicar términos marxistas, una “burguesía progresista”, capaz de pensar en responsabilidades sociales.

Nadie ha pedido que las izquierdas probancarias voten por Moreno. Pero quedará registrado en la historia latinoamericana que llamaron a votar por Lasso; y que, para preservarse en salud, ahora dicen que eso no significa estar de acuerdo con su proyecto. ¡Qué “ciencia política” más admirable! (O)

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