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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Locura colectiva

11 de abril de 2017 - 00:00

Deshojaba margaritas el expresidente Obama: Destruyo Siria, no destruyo Siria... cuando se le prendió el foquito: Voy a crear una línea roja que Al Assad no puede cruzar: Si emplea armas químicas, acabo con él. Su idea fue el punto de partida para que el Estado Islámico (EI) las adquiriera y las empleara en Guta en 2013, el peor ataque químico conocido últimamente, para de inmediato acusar al Gobierno sirio de su uso. Cuando Obama estaba a punto de cumplir con su amenaza, Siria, a petición de Rusia, expresó la disposición de poner bajo control internacional su arsenal químico, y el mundo se salvó del desastre nuclear por un pelo.

Siria entregó la lista completa de sus reservas de armas químicas, dio acceso sin restricción para que los inspectores de la ONU controlaran los lugares donde se conservaban, facilitó la aplicación de procedimientos para la destrucción de las mismas bajo control internacional, para cuya tarea la ONU proporcionó todo el apoyo logístico. Solo en el caso de romperse este acuerdo, en el Consejo de Seguridad de la ONU se podría discutir el empleo de la fuerza militar. La tarea se cumplió tan pulcramente y con tal eficiencia que el equipo que la realizó obtuvo el Premio Nobel.

Cuando, luego de la liberación de Alepo por el Ejército sirio, la guerra en Siria estaba al borde de culminar con la total derrota del EI, se produce el ingreso de armas químicas a Idlib. Los terroristas ejecutan un ataque con estas armas, en consecuencia, mueren 77 civiles, entre ellos 11 niños. Estados Unidos, Francia y Reino Unido acusan a Al Assad del ataque aéreo, pero Siria no lo pudo efectuar porque, como ya se dijo, no posee estas armas. Ni siquiera la Oficina de la ONU para el Desarme ha confirmado que desde el aire se hubiera efectuado algún ataque químico.

Rusia presenta al Consejo de Seguridad de la ONU su propuesta para investigar la realidad del problema, pero antes de que siquiera se discuta su borrador, el presidente Trump ordena el ataque a la base de Shairat, la operación es a ojos vistas premeditada y, además de ilegal, viola las leyes internacionales.

¡Bravo, así se actúa! ¡Por fin tenemos quien nos dirija!, gritan en coro los vasallos del imperialismo mundial globalizado (IMG), todos neocon que antes lo criticaban por amistad con Rusia. Hasta McCain, otrora enemigo acérrimo de Trump, lo aplaude; en cambio, a la señora Clinton le parece insignificante el acto y le exige exterminar a las Fuerzas Armadas sirias. Finalmente, Trump ha sido contagiado por la locura colectiva de los aliados de EE.UU., que no conocen más que el empleo de la fuerza para gobernar. Así lo hicieron siempre, así lo van a hacer en adelante.

Y no es que no se ha desnudado el rey, que siempre estuvo desnudo, los ciegos son los que se negaron a ver su desnudez y se persuadieron de que algo podría cambiar con Trump, que había ofrecido: anular los tratados comerciales TPP y Nafta, del que tanto se han beneficiado los neocon; colaborar con Moscú para derrotar al EI, creado por los neocon para presionar a Rusia, China e Irán; desmantelar la OTAN; investigar lo que realmente pasó el 9/11; auditar al Banco de la Reserva Federal para controlar las finanzas de EE.UU.

Como dijo el poeta: “Y los sueños, sueños son”. (O)

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