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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Lenín Moreno, la mano tendida

29 de septiembre de 2016 - 00:00

El arribo de Lenín Moreno a Quito fue, de hecho, como candidato presidencial aclamado (aunque todavía no proclamado); lo prueban la entusiasta acogida en Tababela, el aplauso en las calles por donde pasaba rumbo a la concentración multitudinaria en la Tribuna Sur de la capital. Todos estos son signos del presentido triunfo en las elecciones de febrero próximo. El clamor colectivo de “¡Una sola vuelta, una sola vuelta!”, anuncia desde ya  lo que tanto enfurece a la derecha y a sus congéneres electoreros de centroizquierda: que la victoria será de un solo toque. Adiós cálculos y amarres para unificar a la oposición variopinta en la segunda vuelta, que no llegará.

Al volver a la patria, el histórico vicepresidente de Alianza PAIS se ha mostrado noble y generoso al extender su mano a todos cuantos quieran sumarse al objetivo de juntar cabezas, manos y esfuerzos en nombre de los cambios que aún demanda la sociedad ecuatoriana, para terminar con las políticas excluyentes en la ciudad y en el agro. Los ciudadanos de a pie saben que Lenín, hombre alegre, franco y de buen humor, no hace con este ofrecimiento una propuesta demagógica, sino profunda y real. Ahora habrá que ver quiénes recogen esa mano tendida por Lenín, como también habrá que ver la sinceridad de las respuestas, pues bien conocido es aquello de que hay gente que, cuando uno le tiende la mano, se agarra del codo.

Por otra parte, Lenín se muestra firme al advertir que su acción gubernamental sería para afianzar el avance de la Revolución Ciudadana, si bien bajo su propia formulación de que “habrá continuidad, pero no continuismo”, lo que avala sus reiteradas reclamaciones de autocrítica y rectificaciones, que tanta falta muestran allí donde se han dado repetidos ejemplos de sectarismo, burocratismo y débil transparencia.

Claro que la mano extendida por Lenín Moreno tiene por respuesta, en lo que toca a una recalcitrante oposición al ‘correísmo’, una venenosa y diaria descarga de maledicencia, calumnias y menosprecio, destacándose en esto último las peregrinas exigencias de algún ‘solines’ portavoz de CREO, de que el futuro presidente exhiba certificados médicos que demuestren que está en aptitudes físicas plenas para gobernar, lo que no es una viveza criolla, sino una estupidez sin nombre, discriminatoria contra los cientos de miles de compatriotas con capacidades especiales por haber sido víctimas de enfermedades, asaltos o accidentes.

Según criterio tan miserable, los hombres y mujeres manabitas mutilados por el trágico sismo del 16 de abril estarían definitivamente incapacitados para la función pública. Además, en este caso, la ignorancia es atrevida. Tal lumbrera política debería conocer que, a escala mundial, se han dado casos notables de personajes que, por encima de cualquier limitación física, han brillado y conseguido notables triunfos para sus países. Sería bueno que el susodicho portavoz de la banca chulquera supiera que Franklin D. Roosevelt gobernó Estados Unidos desde una silla de ruedas, durante 12 años, desde 1933 hasta 1945, fue reelegido tres veces presidente y figuró como uno de los más importantes conductores de los aliados en la victoria contra el nazifascismo.

En todo caso, resultarían necesarios certificados médicos que prueben que tales o cuales políticos nacionales están aptos, no digamos para pensar, por lo menos para hablar en público. Aunque en este caso el desaguisado puede resultar muy beneficioso para la campaña de Lenín Moreno, pues daría lugar a un nuevo tipo de manifestación política en las calles ecuatorianas: la marcha sobre ruedas hacia la victoria electoral. (O)

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