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El Telégrafo
Alfredo Vera

La confabulación familiar

10 de enero de 2017 - 00:00

Las graves denuncias que se originan en Estados Unidos acerca del reparto de millones de dólares, a partir de los contratos  otorgados a la firma brasilera Odebrecht, involucran también a Ecuador.  Antes, se pusieron en evidencia los malos manejos descubiertos en Petroecuador, que directamente responsabilizan a Carlos Pareja Yannuzzelli (Capaya), quien utilizó como testaferro a un sujeto, Álex Bravo, gerente de la entidad petrolera.

Este individuo era funcionario de carrera, por lo que conocía de sobra los tejes y manejes para arreglar los negocios turbios, que sirvieron para enriquecer ilícitamente a toda una gavilla de aprovechadores. Se ha encontrado enorme responsabilidad también del célebre secretario privado de León Febres-Cordero, Carlos ‘Charlie’ Pareja Cordero, presunto cerebro de las negociaciones turbias.

Es indispensable conseguir que la justicia norteamericana revele los nombres de las personas que han abierto cuentas en los paraísos fiscales, a nombre propio o de empresas fantasmas, como mecanismo para intentar evadir los controles internos y externos.

No se puede permitir que los politiqueros de siempre pretendan utilizar la información hasta ahora aparecida para endilgarle delitos a quienes ellos quieran perjudicar por la politiquería barata.

Entre los sindicados de haber cometido acciones corruptas para el enriquecimiento doloso se encuentran varios familiares de los prófugos, que huyen de la justicia, para tratar de ocultar sus nefastos procedimientos que han sido ahora descubiertos. Lo que admira en todo este proceso es la audacia que tienen algunos politiqueros, quienes, sueltos de huesos, pretenden levantar, a través de testaferros, acusaciones en contra del actual régimen, que es precisamente el que ha descubierto y develado lo que estaba aconteciendo con los dineros del pueblo ecuatoriano.

Durante el régimen del Partido Social Cristiano se cometió una incontable cantidad de atracos y escándalos en el manejo de los recursos del Estado, pero, desgraciadamente, la justicia de entonces no pudo o no quiso señalar a los culpables y someterlos a los juicios correspondientes, para que vayan a parar con sus huesos a las cárceles del país. En cuanto había algún indicio que pudiera generar un escándalo, ellos ponían los pies en polvorosa, hasta que el olvido amainara las tormentas que se les venían encima.

Sería bueno revisar la prensa de esa época y las actas del entonces Congreso Nacional, para hallar información detallada de los escándalos que se ventilaron en su oportunidad para que la gente joven recuerde o conozca lo que sucedió en esa circunstancia tormentosa, en la que a diario aparecían denuncias de corrupción que se quedaron en la impunidad. Felizmente, la mayoría de familias ecuatorianas no somos de esa naturaleza.

Es indispensable gestionar, con todo el vigor posible, que la justicia norteamericana haga conocer las minucias de lo que han encontrado sobre el reparto de grandes cantidades de dinero por cuenta de la firma brasilera Odebrecht, a fin de que la actual justicia ecuatoriana pueda sancionar a los culpables de estos execrables delitos que tanto daño hacen a nuestra nación. Siempre se habla de que es indispensable revelar los datos de esos delitos, caiga quien caiga, a fin de que escarmienten las presentes y futuras generaciones.

Entonces sí tendremos noción de lo que ha significado la presencia de los banqueros y los ‘pelucones’ en estos manejos, puesto que nunca, por desgracia, han sido castigados como ellos lo merecen. (O)

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