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El Telégrafo
Fander Falconí

Feriado educativo de Lasso (2ª parte)

22 de marzo de 2017 - 00:00

El candidato Lasso ha hablado de implementar en Ecuador los vouchers educativos, algo que ya fue experimentado en Chile y luego en Colombia. Tampoco fueron estos países los inventores del mecanismo, pues antes se hizo la prueba en Estados Unidos. Hace una semana empezamos a hablar de los desastrosos resultados de esta iniciativa en Chile (desastrosos para los pobres que quedaron endeudados por 20 años, pues los planteles particulares ganaron dinero aportado por el Estado).

Los artículos ‘Vouchers for Private Schooling in Colombia: Evidence from a Randomized Natural Experiment’ (Angrist y colegas, 2002) y ‘Long-Term Educational Consequences of Secondary School Vouchers: Evidence from Administrative Records in Colombia’ (Angrist, Bettinger y Kremer 2006), ambos publicados en The American Economic Review, analizan el caso colombiano. En Colombia hubo gran demanda por el voucher que permitía estudiar en colegios privados; por eso se estableció una ‘lotería’ educativa. Este sistema de dar apoyo educativo al azar resulta interesante para los estadísticos, pero es injusto para los mejores estudiantes pobres, que debieron tener preferencia.

Más injusto resulta que el aporte estatal se dirija a la educación privada y no a la fiscal; al implementar este sistema se ayudó económicamente al sector privado con dinero estatal, que pertenece al pueblo, y ahondando así la diferencia entre los dos sistemas educativos. La investigación concluye que mejoró la educación para los favorecidos con esta lotería, hubo menos repetición de años y más ingresos a la universidad. Pero creció la educación particular en detrimento de la educación fiscal, que perdió recursos económicos y humanos.

Y ese fue el caso exitoso. En Chile fue fatal la aplicación del voucher. El artículo ‘The effects of generalized school choice on achievement and stratification: Evidence from Chile’s voucher program’ (Hsieh y Urquiola, publicado en el Journal of Public Economics, 2006) concluye que no hubo beneficios significativos para los estudiantes que participaron en esta iniciativa del dictador Pinochet en 1981, peor para la población estudiantil en general. Ese sistema, el primero en emplear vouchers en Sudamérica, permitió a cualquier estudiante ingresar a cualquier colegio privado, siempre y cuando su familia estuviera dispuesta a endeudarse por décadas.

Los que sí se beneficiaron, lo dice el mencionado estudio, fueron los 1.000 planteles particulares que plegaron al programa y aumentaron su matrícula en 20%, recibiendo el pago del Estado. La gran perdedora fue la educación fiscal, que perdió cuantiosos ingresos del Estado (que fueron a las empresas educativas) y perdió a buena parte de sus mejores estudiantes, lo que se reflejó en las estadísticas de excelencia educativa, en especial a nivel internacional. Lo peor es que las familias de los estudiantes que pasaron a los planteles particulares sufrieron en su economía.

Entonces, hay cuatro resultados claros y negativos. Primero, el deterioro de la educación pública hace más difícil que los pobres mejoren sus trabajos, pues los graduados en colegios privados siguen siendo los preferidos en los mejores empleos. Segundo, se elitiza la educación (en Colombia y en Chile nunca aceptaron a los estudiantes pobres en los planteles educativos privados de las élites). Tercero, la aplicación de los vouchers educativos es injusta porque genera deuda para los pobres. Y, por último, es ineficiente (el costo del programa en Colombia significó 24 dólares adicionales por participante, si se compara con lo que habría representado ampliar el cupo para los alumnos de los colegios públicos). (O)

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