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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Falacias

01 de febrero de 2017 - 00:00

Hace algunas semanas, en redes sociales, una persona de intachable récord humano y académico, en su afán por promocionar la lista de la que es candidato y la candidatura presidencial a la que es más afín, compartió en Facebook un video manipulado de una manera grosera y grotesca del cual se deducía, muy forzadamente, que Lenín Moreno terminaría con la dolarización. Con todo y efectos…

Esta misma persona, cuyo nombre no interesa citar aquí porque no se trata de dejar en mal a nadie, reaccionó acusando de ‘falacia’ a una entrada de una red social en donde se criticaba un aspecto del discurso demagógico del candidato Paco Moncayo.

Según la versión virtual del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, una falacia puede ser dos cosas: la primera, un “engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien”, y la segunda, el “hábito de emplear falsedades en daño ajeno”. Más allá de defender un criterio que, como todo criterio es pasajero, la pequeña anécdota en dos partes citada más arriba nos ayuda a entender cómo funciona la política a ciertos niveles. Porque ha habido falacias desde el primer instante y, como suele suceder, nadie ha tenido para desmentirlas, una vez descubiertas, la misma acuciosidad que tuvo para difundirlas.

Desde que asumió el poder Rafael Correa, se echaron a rodar bulos que muchas veces lindaban con la ciencia ficción o con la antología del disparate, con obvia intención de hacer daño al régimen, sobre todo entre la gente ingenua. Aquí algunos:

Los famosos contenedores con la nueva moneda, el supuesto ‘cóndor’. Hasta hoy no ha pasado nada.

Una que de seguro dio esperanza a muchos padres y madres de hijos difíciles: “Nos van a quitar los guaguas”. Los guaguas ya crecieron, y nada.

El bulo constante de que se va a acabar la dolarización. Si alguien sigue creyendo eso es porque tiene un serio desfase espacio-temporal.

No existe libertad de expresión. Lo gritan, lo chillan y lo vociferan en todas partes, seguramente porque no la tienen.

Correa es dictador. Demuéstrenlo con pruebas.

Correa es tirano. Su gobierno es totalitario y represivo. Lo más claro que se demuestra en estas afirmaciones es que quienes las hacen jamás tuvieron, como mínimo, contacto con un buen diccionario. Y como máximo, mejor ni pensar.

Correa nos ha vendido a los chinos. ¿Y las pruebas?

Correa quitó los toros. Ni siquiera merece ser comentado.

El Gobierno dictamina qué carrera deben seguir los jóvenes que entran a la universidad. Igual: demuéstrenlo.

La gente sale a apoyar al Gobierno porque le dan sándwiches. Igual: demuéstrenlo con algo que sobrepase el chisme de barrio.

Es triste que el arte de buscar el poder para propiciar el bien común se haya convertido en una cloaca donde el que no cae resbala. Es muy triste que gente pensante suelte cualquier cosa y después, como decimos en argot popular, se ‘haga la loca’. Y sería mucho más triste que una o más de estas falacias incidan en el voto de gente bien intencionada, pero muy mal informada. (O)

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