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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

El descrédito de CREO

18 de abril de 2017 - 00:00

¿Quién otorga legitimidad a una elección? Pregunta casi de Perogrullo, pero necesaria porque ha estado en el centro de la impugnación de los resultados del balotaje.  Ciertamente es el voto popular, pero garantizado por una institucionalidad pública que lo proclama y a la que a cada paso la derecha le ha querido arrebatar esa competencia.

Primero fue CREO quien se atribuyó este poder al desconocer los resultados proclamados por el CNE sobre la base de los poderes fácticos que representa. Luego apareció Nebot con su propuesta de “abrir 5.000 urnas al azar” y recontar votos “delante de la prensa, delegados políticos y académicos, con transmisión en directo”, propuesta sin base legal, que usurpaba el poder de legitimidad del Estado para entregárselo a quién sabe quién, a fin de que dirima un conflicto inventado por la extrema derecha. Con ello se arrebataría la legalidad y legitimidad de la elección abriéndose la puerta para la impugnación de todo el proceso. Como diría alguien: “Al diablo con propuestas oscuras y trasnochadas”.

Pero, en este punto cabe preguntarse, ¿puede otorgar o quitar legitimidad a una elección un reclamo ilegítimo?  Porque el discurso del “fraude” no nació de los resultados del balotaje, sino que CREO lo construyó durante los meses previos a la primera vuelta, intensificándose a lo largo de esta, para desatarse durante y en el post-balotaje. Es decir, nos encontramos frente a una estrategia planificada, orientada a deslegitimar de antemano los resultados de esta elección.  

Si a esto le sumamos su falta de argumentos técnicos, dado el fracaso de su sistema de control electoral, así como la ausencia de legalidad de su solicitud de recuento del 100% de urnas y, finalmente, su negativa a asistir al recuento convocado por el CNE de 3.442 actas inconsistentes presentadas por ellos mismos, nos encontramos frente a un cuadro de absoluta ilegalidad, sinrazón y falta de ética, al que de ninguna manera se le puede otorgar el poder de asignar legitimidad a una elección presidencial. Más bien debería preocuparle a CREO su propia legitimidad política puesta en causa por su desempeño antidemocrático en este proceso electoral.

En síntesis, ni Lasso, ni CREO, ni ningún poder fáctico pueden otorgar o quitar legitimidad a un Presidente electo y a su futuro Gobierno. La legitimidad es un proceso que se construye. En el caso de Lenín, ha empezado a edificarse con el voto popular mayoritario obtenido el 2A, que será ratificado ante el mundo en el recuento del CNE de más de un millón de votos este martes 18 de abril. Además, el amplio reconocimiento internacional que su elección ha recibido también construye su legitimidad, así como la adhesión de innumerables actores de la sociedad civil y los primeros acercamientos del Presidente electo a ellos.  

Mientras Lasso y CREO se hunden en el descrédito de sus demandas fraudulentas, la legitimidad de Lenín crece, también con las decisiones que ha empezado a tomar y que lo perfilan como el nuevo gobernante que aspira el Ecuador: unitario, humano y justo. (O)

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