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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Cuando no es suficiente dialogar

07 de julio de 2017 - 00:00

En sus primeros meses, Lenín Moreno ha mostrado que el suyo será un gobierno de diálogo. Siguiendo a su principal plataforma de campaña, Moreno se ha dedicado a dialogar con todos esos actores que fueron excluidos o que abiertamente se opusieron en los primeros diez años de gobierno de AP. Está creando veladas tensiones y abiertos desaires a la interna, pero esto es lo que muchos pedían de Moreno, y lo está haciendo. El problema no es tanto los afanes de diálogo del actual Gobierno. El problema es que el diálogo no es un plan de gobierno.

Vale aplaudir muchos de los acercamientos que está teniendo este Gobierno, a pesar de las pasiones y fracciones que ha revelado a la interna de AP, o precisamente porque ha permitido que estas tensiones sean parte del debate. Por supuesto, como suele suceder en política, el debate termina por ser una serie de declaraciones pasionales, de formación de bandos y de dobles intenciones, pero bueno, esa es nuestra realidad política.

En este proceso de diálogo, la discusión se ha centrado en la distancia que ha puesto Moreno con Correa, o los pasos que está dispuesto a tomar para que esta distancia sea evidente y creíble para una parte del electorado que demandaba un cambio de estilo. Muchos de los acercamientos de Lenín han sido abiertamente criticados por Correa, y el grupo a la interna de AP, cuya línea política está más alineada a la línea de Correa que a lo que está proponiendo Lenín, ha respaldado esta crítica. Pero todas son críticas que recaen sobre el ‘estilo’ de gobierno, y no tanto sobre el plan de gobierno en sí.

Las críticas hablan de los espacios que se están perdiendo frente a la oposición, o las concesiones que está dispuesto a hacer, o la efectividad de esta forma de gobierno. Lenín no ha logrado separarse de este discurso y esta discusión, porque tampoco ha propuesto un nuevo discurso y una nueva discusión. Si bien su liderazgo no tiene por qué parecerse al de Correa o ser una respuesta al de Correa, tiene que ser ‘algo’, y ese ‘algo’ tiene que estar refrendado por un plan, una propuesta para transformar, reforzar o modificar el estado actual del país.

Eso es precisamente lo que falta desde el Ejecutivo. Falta que desde la Presidencia exista una voz que diga cuáles son los pasos a seguir, no solo la manera en que se van a seguir esos pasos. Y hablo de ‘pasos’ y de ‘algo’ porque todavía cuesta entender cuáles van a ser las prioridades del nuevo Gobierno, cuáles van a ser los sectores que se van a priorizar y a qué línea ideológica van a responder. No es suficiente ser representante de un partido, un partido que se ha revelado tan diverso como lo hizo AP, sino que también hay que dejar en claro en qué se van a basar los siguientes cuatro años de gobierno.

Si bien la oposición y ciertos sectores de la no oposición han mantenido el debate nacional alrededor de este ‘diálogo nacional’, algo de lo cual pueden beneficiarse políticamente, tampoco hay visos de un intento por dar el siguiente paso por parte del Ejecutivo o quienes respaldan políticamente al Gobierno actual. Le costará caro a Lenín seguir sin un claro liderazgo basado en políticas, algo que será más difícil de concretar mientras más avance el tiempo. No es solo por ‘no perder lo ganado’ o el resto por lo que se lo está acusando, sino porque todavía hay mucho por hacer, hay mucho que mejorar, y hay mucho que cambiar. De no hacerlo pronto, será difícil encontrar los espacios dentro de un gobierno demasiado cómodo en su rol de mediador. (O)

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