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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Continuismo

09 de marzo de 2017 - 00:00

Es un término español que define la propensión de los jefes de Estado, y lamentablemente son latinoamericanos, a extender indefinidamente su dominio por medio de la reducción o la supresión de los límites del mandato. Pero esta definición nada tiene que ver con los procesos democráticos. Finalmente la gente, el pueblo,  decide si continuar o cambiar y eso es democracia.

Lenín Moreno no es Rafael Correa, quien ya no está de candidato. ¿Tendremos continuismo con Lenín?  No lo creo. En primer lugar hay elecciones democráticas y, definitivamente, alternabilidad. Pero además, son épocas distintas, realidades económicas diferentes y un pueblo con expectativas y varas mucho más altas que hace diez años. Pero qué es continuismo realmente. Por casi 2.000 años, la teoría Aristotélica de que toda la materia estaba constituida por cuatro elementos básicos: agua, aire, tierra y fuego, dominó el mundo del conocimiento, dando paso a los continuistas que pensaban que los átomos no existían; que no había límite para dividir la materia; que como aquellas partículas llamadas átomos no podían verse, entonces no existían; y que todas las sustancias estaban formadas por las combinaciones de los cuatro elementos básicos: agua, aire, tierra y fuego. No fue sino un joven matemático italiano, Galileo Galilei, quien empezó a analizar todas estas teorías antiguas y 2.000 años después demostró que las teorías de Aristóteles eran erróneas. Y en el siglo 17 el científico francés Pierre Gasendi sugirió que la muy antigua teoría atómica de Demócrito podía ser cierta. Y salimos del oscurantismo para dar paso a la ciencia moderna, a la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica.

Ahora tenemos continuistas políticos que nos quieren convencer de que las viejas teorías capitalistas en las cuales el libre mercado se regula por sí solo y es la base del crecimiento económico realmente funcionan. No recuerdan lo que dice Adam Smith de que “…no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero que recibimos nuestra comida para cenar, sino porque están interesados en su propio beneficio…”. De la verdad que aprendimos en las clases de moneda y banca, acerca del conflicto de intereses de los banqueros con los designios de la política pública.

Y ese es realmente el más peligroso continuismo. No entender que en el Siglo XXI la persona humana no es un recurso, sino el fin de la política por sí misma. Que la salud, la educación y el buen vivir no son dádivas, ni promesas electorales, sino derechos inalienables de los ciudadanos. Que es obligación de los empresarios, profesionales y trabajadores en general, pagar sus impuestos de acuerdo con sus ingresos para asegurar la obra pública y que no se transforme en un deporte nacional la evasión tributaria, sobre la que el pueblo ya se pronunció masivamente en la pasada consulta popular con un tremendo respaldo al control de los paraísos fiscales. Hay continuistas que suspiran por los continuos efectos de péndulo de gobiernos que alternaban y se iban de un lado al lado opuesto en las decisiones económicas y sociales,  creando confusión y evidentemente dando paso al golpismo y a los abruptos cambios de gobierno.

¿No les parece raro que el candidato del clero y la banca promueva el desorden castrense? Que nuevamente nos presenten como solución que sean nuestras gloriosas Fuerzas Armadas las encargadas de dirimir en aquellos temas civiles, como son los procesos electorales, de los cuales tienen que ser sus custodios, no sus árbitros. 

¿Qué ambiente de gobernabilidad proponen cuando lanzan a la gente a la calle a injuriar y denigrar a sus conciudadanos? Cuando nos hablan de continuismo veamos realmente de qué están hablando. (O)

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