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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Cien años de feriado bancario

16 de marzo de 2017 - 00:00

Desde que Ecuador se insertó al comercio mundial (siglo XIX) los poderosos crearon los primeros bancos en Guayaquil, Quito y Cuenca, para apropiarse del capital nacional. Con el fin de aumentar sus ganancias, los bancos emitían sus propias monedas y otorgaban préstamos al Estado, que a su vez era expoliado mediante obligaciones de pagos en oro o por medio del control de la recaudación aduanera. El Banco del Ecuador, creado a partir de la fusión de capitales peruanos con guayaquileños (1867), se convirtió en uno de los principales prestamista de los gobiernos de turno y, por lo tanto, en una herramienta política de la burguesía comercial.

Desde el principio, la banca fue un tentáculo para capturar la renta, fruto del trabajo de los campesinos y la exportación de productos, como el cacao. El estudio de Manuel Chiriboga demuestra que a través de las tiendas de las haciendas costeñas, los terratenientes funcionales a la burguesía endeudaban a los trabajadores para sujetarlos y obligarlos al consumo de productos importados. Esta técnica de apropiación del dinero sigue vigente en muchos países del mundo, caso de España, donde, por medio de los créditos caros para viviendas, la banca se apropia de los salarios de familias enteras, capturando el producto del trabajo de miles de trabajadores.

Aunque en 1927 se creó el Banco Central del Ecuador, entidad estatal encargada de la emisión y la política monetaria, las fuerzas dominantes lograron controlarlo y crearon nuevas formas por medio de las cuales se transfería la renta nacional a los bancos privados. Una de esas fórmulas consistía en sustraer los ahorros que los ecuatorianos depositaban en los bancos, declarando quiebras ficticias para que el Estado o gobierno de turno les transfiriera capital una y otra vez, bajo la justificación de que debían proteger los depósitos de la gente. El último episodio se produjo en 1999, cuando se transfirieron $ 8.000 millones (Saltos y Vásquez, 2010) para proteger a los bancos privados, provocando el empobrecimiento y la emigración de millones de ecuatorianos.

La burguesía ecuatoriana, constituida básicamente por los grandes banqueros, a veces en alianza con los importadores, ha sido históricamente inmoral e ineficiente, incluso incapaz de cumplir las propias reglas y enunciaciones del sistema capitalista, que en lo formal propone el juego financiero por medio del cual la banca acumula el capital capturando depósitos, para luego otorgar créditos y marginarse una ganancia. Tal burguesía no se ha conformado con ese margen de ganancia y ha optado sistemáticamente por el atajo del asalto, protegido por compinches que colocaban antes en los gobiernos de turno. El hecho de que en Ecuador se haya producido tantas supuestas quiebras de bancos, revela que en realidad no son ni siquiera banqueros en el sentido literal de acuerdo a la lógica capitalista, sino en la mayoría de los casos –no todos– simples ladrones que no han podido subsistir sin las regalías y subsidios del Estado. Pero además, no solo han sido atracadores de dinero, sino ladrones de vidas, puesto que el capital que han acumulado, esos números con ceros infinitos, no son sino la traducción matemática del trabajo y explotación de millones de ecuatorianos.

Por simple y fácil conclusión, ningún banquero debería ser presidente de un país, porque hay conflicto de intereses entre su propósito de especular para ganar dinero, y el proyecto patriótico y social que busca el bien común. La enfermedad de la plutocracia por la apropiación y acumulación de la renta, pasa por encima del compromiso con sus patrias. Jamás un banquero será un patriota. Si quiere ser patriota, debe dejar de ser banquero. (O)

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