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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Añoranzas de la oligarquía criolla

03 de febrero de 2017 - 00:00

Los tiempos pasados fueron mejores para las élites criollas. No cabe duda. Por aquellos días -luego de las elecciones ‘democráticas’- se utilizaba el sistema informático bancario privado para conocer los resultados; los banqueros eran juez y parte. En los tiempos de la partidocracia no había ley que disponga iguales tiempos y espacios para la propaganda electoral de los participantes; en consecuencia, la ecuación funcionaba en forma directamente proporcional: a mayor dinero, mayor propaganda; a mayor propaganda, más votos.

Era tal el abuso que los últimos días eran realmente insoportables; producían hastío, una que otra indigestión, una que otra gastritis. Hasta que, por fin, llegaban los días de ‘reflexión’ del voto; las radios, estaciones de televisión y prensa escrita -en manos de la oligarquía- se silenciaban unos pocos días. La esperanza popular duraba poco tiempo, puesto que era fusilada por el nuevo gobierno cuando aplicaba -al pie de la letra-  el ‘paquetazo’ dispuesto por el FMI y el Banco Mundial. En este contexto histórico y político, el Gobierno era inalcanzable para los ‘muertos de hambre’; estaba destinado exclusivamente para los ‘iluminados’ que formaban parte de los poderes fácticos.

Cómo no van a añorar aquellos tiempos en que no pagaban impuestos bajo el paupérrimo argumento de que los tributos iban a parar en el barril sin fondo del ‘centralismo absorbente’; así, evadían sus obligaciones legales y éticas; fomentaban la evasión y la incultura tributaria.

El SRI nació el 2 de diciembre de 1997 como respuesta a la altísima evasión. A partir de 2007, con la Revolución Ciudadana, se añade otro valor: la firmeza. Entre los años 2000 y 2006 la recaudación fue de $ 21.995 millones; en tanto que en el período 2007-2013, superó los $ 60.000 millones. La cifra se triplicó. El caso más emblemático es el que tiene relación con el heredero rico al que le confiscaron hacienda, yate y autos de lujo por negarse a pagar los impuestos, tal como manda la ley. Se inauguró ¡por fin! la justicia tributaria: los que más ganan, más pagan; los que ganan menos, pagan menos. En los gobiernos de la derecha las cosas funcionaban exactamente al revés.

Cómo no van a añorar los tiempos de los coctelitos diplomáticos. El servicio exterior se había convertido en un instrumento de sometimiento a las políticas del imperio decadente. Los funcionarios de embajadas y consulados de Ecuador -que formaban parte de las élites- habían sido oportunamente ‘domesticados’ por sus jefes del Norte.

Así, mantenían sus cargos por varios lustros. Desde luego, desconocían lo que era soberanía nacional; desconocían lo que era dignidad nacional; desconocían lo que era integración latinoamericana y caribeña. Ahora hay embajadores y cónsules mestizos, indígenas, afros, que representan lo que realmente somos.

Cómo no van a añorar los tiempos del chantaje en el Congreso y las parcelas de poder (ministerios) que conseguían. Eran especialistas en retacear la patria.  

Frente al fracaso del modelo neoliberal a nivel mundial, en las manos del pueblo está el continuar con los cambios favorables realizados en la década ganada. Las mayorías saben que Ecuador no es un banco. Con eso -por ahora- es suficiente. (O)

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