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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

2019, la otra victoria necesaria

08 de mayo de 2017 - 00:00

El próximo 24 de mayo, Ecuador tendrá un nuevo Presidente en funciones, una nueva Asamblea Nacional se estrenará, nuevos parlamentarios andinos asumirán nuevos retos y la victoria en la consulta popular contra los paraísos fiscales y sus vínculos políticos, pondrán un nuevo escenario de disputas políticas, económicas y sociales. Sin duda la oposición dará una tregua táctica al nuevo gobierno con el objetivo de identificar sus líneas de acción y desde ahí activarse nuevamente para afectar la legitimidad. No se puede esperar más de la oposición una vez que su credibilidad ha quedado seriamente afectada, su capital político se ha desgranado y su horizonte de liderazgo está fragmentado regionalmente. Lo que no cabe duda es que su escenario estratégico próximo son las elecciones seccionales de 2019. Saben que su mejor opción de debilitar la gobernabilidad del próximo gobierno es obteniendo una mayoría de representantes en los territorios y desde ahí debilitar y confrontar el modelo de desarrollo nacional con los desarrollos locales. La disputa ya empezó por los territorios.

La precampaña, los precandidatos para alcaldes y prefectos ya están en el orden del día. Nuevamente el calendario electoral va a definir el comportamiento de los actores políticos y los escenarios. Las coyunturas definirán las estrategias y las tácticas, los modos de comunicar y las políticas públicas. En cualquier caso, la visión de Estado debe primar para que los grandes objetivos nacionales se cumplan. Territorializar las políticas públicas es el gran reto del nuevo gobierno. Fortalecer la participación ciudadana. Construir nuevas redes asociativas, cooperativas con objetivos políticos claros. Cumpliendo las promesas de campaña, pero sobre todo cubriendo los déficits de atención en sectores fundamentales, como el rural. La ruralidad se ha demostrado que no es un sector de segundo orden. Claramente una gran mayoría de votantes ha querido la continuidad con cambios porque visiblemente comprende que la opción opositora siempre será un retroceso. Pero en las ciudades, también, hay un déficit político que cubrir, por ejemplo, en Quito es urgente plantearle un proyecto político inclusivo. La capital es muy compleja políticamente, y adolece de dirigentes decididos a darle un giro rotundo a la ciudad. Ahora Quito es un fracaso como ciudad. Vive la inercia de lo hecho hace años y la ceguera de una gestión local vergonzosa por donde se la mire. Quito tiene una centralidad gravitante para todo el país. Ya no solo es la capital política sino que hace ya varios años es la capital económica de Ecuador.

Por lo tanto, es urgente la conjunción de las fuerzas progresistas para desarrollar un proyecto político integral como ciudad y capital. ¿Quién no conoce los problemas básicos: movilidad, infraestructura, contaminación, empleo, etc.? Quito exige una transformación en su cultura política, tradicionalmente masculina. Quito debe quitarse el manto de neoconservadurismo moral y neoliberalismo consumista que la ha cubierto. Es hora de ponerse a trabajar en comprender a los nuevos quiteños y sus demandas. La disputa de Quito -fuera de egocentrismos- es la disputa por el futuro de la izquierda progresista en Ecuador. (O)

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