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La carpintería naval en Jaramijó tiene su inicio en Carlos Martínez

Carlos Martínez (i) ha enseñado el arte de construir barcos a sus hijos Menny (centro) y Moisés.
Carlos Martínez (i) ha enseñado el arte de construir barcos a sus hijos Menny (centro) y Moisés.
Foto: Leiberg Santos / El Telégrafo
07 de enero de 2017 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

Debido a la intensidad del sol, Menny Martínez (51 años) se cubre la cabeza con una camiseta que casi le tapa toda la cara. Así lucen los cerca de 30 artesanos que trabajan en el astillero de Jaramijó construyendo embarcaciones pesqueras.

Al hablar de su labor, Menny tiene que obligatoriamente mencionar a su progenitor Carlos Martínez, a quien le debe todos los conocimientos en este oficio.  

“Mi padre es el fundador de la carpintería naval aquí en Jaramijó.  A los 14 años él hizo su primer barco (aprendió el trabajo desde los 7 años). Tiene más de 250 construcciones y nosotros heredamos su pasión. Somos 5 varones que seguimos con la profesión”, explica.

Para trabajar acude al sector de Los Tamarindos; la orilla está a 100 metros. La jornada en este espacio inicia a las 07:30 y concluye a las 17:30, como lo señala Mariela Cevallos, secretaria de la Cooperativa de Producción Artesanal y Afines Astillero de Jaramijó.

Por el momento, Menny labora en un barco de los 5 que hay en el lugar, cuya construcción  está avanzada.  Se sabe de memoria los pasos para levantar estas embarcaciones. Su progenitor lo instruyó para saber cómo armar las quillas, montar las cuadernas, poner el curvo, la roda, el codaste, el espejo, los bajos para hacer la cubierta y “así poco a poco hasta que llegue a camarote”.

Explica que “cuando la fibra es más delicada, hay que hacer las láminas y después pegarlas y que eso toma más tiempo”.

Cuenta que hace 4 meses estuvo listo uno de los últimos trabajos del lugar, un barco de 24 metros. “Nos tiramos más de un año”. 

Uno de sus hermanos, Moisés (34 años), asegura: “Un carpintero siempre anda de lugar en lugar; no solo estamos aquí en el astillero de Jaramijó, ya nos ha tocado ir a Manta, Esmeraldas, Guayaquil, por algunos lados”.  

Don Carlos, el patriarca, también viajaba por toda la Costa ecuatoriana. A  él se lo ve poco por el lugar.

Ahora pasa más en su casa, una villa en el centro del cantón. Desde ahí manifiesta que lo que siempre lo gratifica es escuchar. “Ese barco que viene allá lo hizo don Carlos. Eso me llena de orgullo”.

El adulto mayor fue condecorado hace 15 años como el mejor constructor de barcos en el Ecuador.

“Vinieron de Quito y Guayaquil unos ingenieros para hacerme la entrega. Fue un momento muy hermoso para mí y mi familia”.

El artesano explica que él enseñaba a los estudiantes de la Politécnica que lo visitaban sobre la elaboración de barcos. Destaca que su mayor satisfacción es que sus hijos sigan con su legado.

“Después de mí viene mi hijo Milton, que es el maestro constructor, pero todos saben trabajar (Menny, Walter y Moisés). Melquiades (su otro vástago) sabe poco, le gustó más ser profesor, y a mis hijas les encanta la música”.

Carlos cuenta que su habilidad la perfeccionó a los 21 años, con los consejos de un ingeniero italiano de apellido Bullo (no recuerda el nombre). “Son 268 barcos que he construido con apoyo de mis hijos”, destaca el hombre, que lleva presente nombres de naves que ha fabricado como Liter 1 y 2, San Fernando 1 y 2, Walter Ramón y Carlos Enrique, entre otras. (I)

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