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Entrevista / DIEGO FALCONÍ / escritor, docente, abogado y ganador del premio casa de las américas en ensayo

"Quiero pronunciarme desde las identidades que son incómodas"

"Quiero pronunciarme desde las identidades que son incómodas"
Foto: Archivo / El Telégrafo
25 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

El escritor Diego Falconí Trávez, ganador del Premio Casa de las Américas en la categoría ensayo, estuvo en Guayaquil hace dos semanas. Vino a dictar un taller sobre narrativas seropositivas; sobre los cuerpos infectados de VIH y la forma en cómo son nombrados desde la literatura.

Su taller puso en perspectiva lo que ocurrió en el sur del continente en la década de los 80, en relación con Estados Unidos, donde se conformaron asociaciones de defensa para los contagiados con VIH. “Qué pasaba en el sur?, donde los retrovirales no llegaban con la misma rapidez, ¿hubo resistencia o hubo solamente muertes?”, se preguntaba Falconí.

Entre las obras que abordó en el taller estuvo El desbarrancadero, de Fernando Vallejo, ese autor colombiano que en su literatura suele mirar al resto con desidia pero que, en esta novela, mira a su hermano contagiado y se preocupa por salvarlo.  “Sus ojos suplicantes se cruzaron con los míos por  última vez. ¿Qué me quería decir? ¿Qué lo ayudara a vivir? ¿O qué lo ayudara a morir? A vivir, por supuesto, él nunca quiso morirse”, dice Vallejo en su novela.

Falconí resalta el momento en el que Vallejo compra antidiarreico para vacas con el fin de ayudar a su hermano. Entonces, el cuerpo seropositivo adquiere un carácter animal. “En esa Colombia de los 80, Vallejo, con ingenio, trata de salvar el cuerpo corrompido de su hermano con medicinas para animales. Eso nos habla de las diferencias entre norte y sur pero, también, de una forma de resistencia, de médicos, de enfermeros, de personas, de laboratorios... Fernando Vallejo, quien nunca apoya a nadie, se vuelve un cuidador descuidado quizás por las inequidades que existen entre el norte y el sur”, dijo el ganador del mayor premio cubano de literatura.

En esas distancias territoriales para comprender la homosexualidad da vueltas la obra con la que ganó el Casa de las Américas, De las cenizas al texto. Literaturas andinas de las disidencias sexuales en el siglo XX. Este texto que hoy presenta en la discoteca  Tercer Milenio, el bar GLBTI más antiguo de Quito, al que él conoció como ‘el hueco’, quiere, como él mismo ha dicho, “mariconear los Andes”.

¿Qué significa, política y literariamente, mariconear a los Andes?

Utilizo la palabra ‘maricón’ como una forma de reclamo. Desde los estudios de género hemos aprendido que una palabra está compuesta por dos elementos: el significado y el significante. El significante no varía. Sin embargo, hay un significado que va variando a lo largo del tiempo. De alguna forma, en el género lo que queremos hacer es resignificar el significante. Cuando yo hablo de ‘marica’ o ‘maricón’, hablo de esa  palabra que en mi niñez y adolescencia significaba una forma no aceptada de habitar un cuerpo. Me interesa no hablar desde lo ‘gay’, ni hablar de todas estas categorías GLBT, que si bien son parte fundamental de la construcción de la diversidad sexual, yo quiero pronunciarme desde la disidencia sexual. Es decir, no solo desde aquellas identidades que se van normalizando sino de aquellas que son incómodas.

¿Por qué?

Porque me parece que esas (las identidades) son las que mejor cuestionan al poder instituido, al que yo estoy tratando de cuestionar a la vez. Por eso, cuando hablo de mariconear los Andes hablo, desde luego, de una postura de deseo sexual distinto al heterosexual, pero con cierto desenfado, con un posicionamiento crítico, que me parece la identidad gay está perdiendo con mucha rapidez en esta época.

¿En qué sentido lo está perdiendo?

Sucede que la identidad gay es gestada en el auge del capitalismo estadounidense. Antes había otras etiquetas: ‘sodomita’, ‘homosexual’, ‘maricón’. La palabra ‘gay’, que fue muy prometedora, permitió articular una serie de luchas y hoy en día es una identidad que se va aburguesando. Las únicas demandas que los colectivos ‘gays’ tienen están relacionadas sobre todo con el matrimonio igualitario y con cuestiones de salud pública relacionadas al VIH.

Parece que la identidad ‘gay’ no está entendiendo las peripecias de la violencia contra las mujeres, las odiseas que viven las personas trans y, precisamente, desde varios puntos de América Latina se habla de un movimiento ‘marica’, que empieza a distanciarse de lo ‘gay’ que quiere estar de fiesta, que tiene unos cánones de belleza muy tradicionales. Hablar desde la subjetividad ‘marica’ es también tratar de distanciarse de ese proyecto y tratar de pensar cómo en América Latina podemos juntar disidencia sexual y deseo decolonial, que fue algo que nunca se planteó la identidad ‘gay’. Hay varios pensadores, gente que realiza cuestiones artísticas, que quiere hablar desde lo ‘marica’ antes que de lo ‘gay’, que es un lugar muy cómodo, muy seguro, casi aséptico.

¿Considera que el uso de las categorías GLBTI se diluye cada vez más y que es algo que afecta la noción de lo homosexual?

No niego la importancia que tienen estas categorías. Sin embargo, al mismo tiempo y como teórico que soy de algo tan incierto como es el cuerpo, mal haría yo tratando de solidificar o cerrar las subjetividades, cuando en realidad mi proyecto escritural propone las posibilidades e imposibilidades de los cuerpos. Por eso, centrarme solamente en una identidad ‘gay’ u  homosexual y no pensar la sexualidad de un modo más amplio, o más bien como causa y efecto del propio cuerpo, creo que sería un error. El problema es que cuando creamos categorías estas sirven no solo para nombrar a estos cuerpos, sino para moldearlos con sus prácticas.

¿Por qué es importante revisar las incongruencias sobre la representación de lo homosexual de manera regional e histórica, tomando como partida el siglo XVI?  

Las mayores incongruencias que noto son aquellas relacionadas con las formas tradicionales de violencia. Hay un libro que se llama El cuerpo adentro, que es el primero que, desde una perspectiva literaria, intenta marcar un canon literario ecuatoriano. Este libro parte diciendo que la piedra angular del canon GLBT es Un hombre muerto a puntapiés. Para mí no deja de ser contradictorio que la piedra angular de este canon parta desde la destrucción del cuerpo marica. No deja de ser irónico que partamos para hablar de una subjetividad con la propia destrucción de esta subjetividad, y me parece que eso se relaciona con la destrucción no hablada de esos sodomitas indígenas que fueron aniquilados por parte de los conquistadores.

Hay formas de violencia profunda que hacen que esa reivindicación tenga muchas complicaciones en nuestra región porque hay cuestiones de etnia, de clase, de colonialidad que son parte de este territorio colosal, de los Andes, y que afectan a todas esas categorías e impiden formar esas identidades de modo desproblematizado. La literatura nos permite entender esa complejidad gigantesca y, de alguna forma, es lo que trato de entender: cómo toda esta violencia, todas estas complicaciones se pueden explicar en el siglo XX.

Hay que hacer un análisis genealógico para entender una violencia estructural gigantesca que impide que haya estas reivindicaciones de modo pacífico. (I)

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