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La obsesión de Bolaño por ser escritor está explicada en sus cartas recién exhibidas

En la Biblioteca Nicanor Parra (de la UDP) se muestran los manuscritos de Bolaño, junto a una fotografía.
En la Biblioteca Nicanor Parra (de la UDP) se muestran los manuscritos de Bolaño, junto a una fotografía.
Foto: AFP / Martín Benetti
12 de julio de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Los personajes de Roberto Bolaño a quienes les obsesiona la lectura se parecen al propio autor, pero si hubiera creado narradores ficticios estos podrían haber escrito cartas como las que el chileno, un novelista contumaz, escribió. Así lo muestra la correspondencia que mantuvo el autor de Los detectives salvajes (1998) con la crítica literaria chilena Soledad Bianchi durante casi dos décadas.

La mayoría de esas cartas son manuscritas, hay poemas y hasta borradores de novelas que intercambió con la crítica y editora de revistas que acaba de vender este archivo a la Universidad Diego Portales de Chile (UDP) y que, desde la semana pasada, está expuesto en la Biblioteca Nicanor Parra, nombre del poeta que fue referente del escritor chileno fallecido en 2003.

“Lo que nunca quedó en duda, de carta en carta, es su porfía y pasión por la literatura”, confirma Bianchi en un aula de la cátedra consagrada a Bolaño, uno de los mayores exponentes de la literatura latinoamericana y de quien la editorial Anagrama publicó una novela póstuma, 2666, en un solo tomo, hace 12 años, pese a la voluntad expresa del autor de que lo hicieran por partes. Alfaguara ha publicado reediciones de sus títulos y uno posterior, El espíritu de la ciencia-ficción, que vio la luz el año pasado.

“Él quiere ser escritor y sabe que lo será, aunque deba dejarse el pellejo”, explica Bianchi mientras recordaba los escritos en presente, como si hablara de un autor vivo. “Con modestia verdadera o falsa, Bolaño aclaró que mientras los españoles escribían bien, pero no tenían historias que relatar, a él no le faltaban asuntos para contar y esa era su gran ventaja”, escribió en noviembre de 1998, cuando Los detectives... estaba imprimiéndose.

Estas cartas contendrían información sobre la manera como Bolaño gestó su consagración literaria, que casi no pudo disfrutar debido a su muerte temprana, a los 50 años.

La exposición El escritor joven y la crítica: muestras de epistolario Bianchi/Bolaño da fe de esta relación epistolar desde 1979 y 1997, durante el afincamiento en Girona (España) del autor de Putas asesinas, tras vivir antes en México, país en que conformó el grupo los Infrarrealistas.

El escritor y la crítica, que vivía exiliada en Francia, solo hablaron un par de veces por teléfono. Se habían conocido en 1998, en Chile y sus cartas, con una letra clara y ordenada, dan ahora una nueva esperanza a quienes quisieran correr el velo de misterio sobre el método de creación literaria inicial del autor.

En el archivo, por ejemplo, se encuentra el esbozo argumental de Monsieur Pain, que se convertiría en La senda de los elefantes en 1984. También hay referencias a El espíritu de la ciencia ficción, que se publicó de manera póstuma y sobre el cual jamás se podrá saber si Bolaño quería que se publicase.

Los escritos -según la periodista Ana Fernández, de la agencia AFP-  permiten enterarse de cómo vivió el chileno en Girona, “un pueblo miserable, pero con bonitas ruinas medievales”. Aparece su vieja estufa eléctrica mientras él baila para soportar el invierno; de fondo, la música que escucha y hay menciones a su revista Berthe Trepat, que cierra al tercer número porque él ya no encuentra poemas para publicar.

Mientras va al correo, Bolaño también está interesado en que lo lea Antonio Skármeta, escritor y paisano, y vive solo “desde hace varios años en un departamento a pocos metros” del de su mujer, en la misma calle del Lloro de la Ciudad Condal.

Una obsesión entre penurias

El hilo conductor de los escritos son las penurias, aunque el humor no pierde protagonismo conforme pasa el tiempo. “Desde 1993, vivo únicamente de la literatura, es decir: vivo pobremente (ahora que lo pienso, como siempre)”, dice un fragmento.

“Para subsistir se había presentado una y otra vez a innumerables concursos convocados por ayuntamientos e instituciones”, explica Bianchi sobre su amigo, quien, en las cartas manuscritas solía firmar con una gran ‘R.’.

La carta más antigua está fechada el 17 de agosto de 1979, y tiene como remitente a Bianchi, así se inició todo, concluye la crítica literaria en la cátedra en homenaje al escritor.

Ella le había escrito para solicitarle colaboraciones poéticas para la revista cultural Araucaria de Chile, referencia del exilio chileno, ligada al Partido Comunista, y de la que Bianchi era una de las editoras, por aquel entonces exiliada en Francia, donde había leído algunos de los escritos de Bolaño y de su amigo Bruno Montané.

Según la editora, Bolaño era bastante obsesivo en sus preocupaciones e intereses y hay asuntos sobre los que vuelve una y otra vez “a riesgo de ser majadero”, como él mismo reconocía.

Entre las ocupaciones y preocupaciones propias y de su entorno están lecturas, futbolistas, cantantes, adicción a los juegos de guerra, dice Bianchi.

Esta correspondencia se va interrumpiendo y espaciando con el retorno de Bianchi a Chile, en 1987, año en que por fin se vieron las caras. Después llegó el éxito rotundo pese a la enfermedad de Bolaño. El Premio Herralde en 1998, la muerte, también rotunda; y el Premio Rómulo Gallegos en 1999, junto a los récords de ventas, las reimpresiones y reseñas. Ecos y rumores sobre un escritor que se renueva cada tanto, pese a ya no estar presente. (I)

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