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El Telégrafo
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Grace Sánchez protege la biblioteca de Rafael Pino Rubira

Desde el año pasado, la directora del espacio (Grace Sánchez) enfrenta un proceso de destitución por no tener el título de bibliotecaria.
Desde el año pasado, la directora del espacio (Grace Sánchez) enfrenta un proceso de destitución por no tener el título de bibliotecaria.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
31 de enero de 2017 - 00:00 - Jéssica Zambrano Alvarado

En diciembre de 2006, Rafael Pino Rubira, uno de los abogados de planta del magnate Álvaro Noboa, murió en un accidente de tránsito. Una de las primeras reacciones tras su muerte fue la pugna de varios estudios jurídicos por su fondo bibliográfico. A pesar del dinero que había de por medio, sus hijos cedieron la biblioteca en un contrato de comodato por 100 años a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil, donde el abogado fue docente 34 años.

Las únicas condiciones de esa transacción fueron asignarle un espacio con el nombre de su propietario y que su custodia sea una persona de confianza, aunque con el paso del tiempo sea difícil tener constancia de que estas normas se cumplan y que alguien en nombre de los hijos reclame por ello.

Los libros de Rafael Pino Rubira ocupaban la mitad de su estudio jurídico, una parte del piso de un edificio en el centro de la ciudad. En la Universidad de Guayaquil, la biblioteca reemplazó a un aula que se inundaba en cada invierno. “Cuando la facultad se caía a pedazos, este era el único lugar que se mantenía en pie”, dice Carlos Medina Ganchozo, egresado de jurisprudencia que conoció la biblioteca desde sus inicios.

Como pocos fondos bibliográficos, los libros por los que Pino Rubira viajó a Europa para completar sus colecciones, además de contactar a los dealers de lectores, se conservan íntegros en la facultad y la biblioteca es una réplica de la original. Este repositorio de un intelectual guayaquileño parece haber tenido suerte.

Salvar los libros antes de que se los lleve la banca

Grace Sánchez, quien pasó por dos de las clases que durante 34 años dictó Pino Rubira en Jurisprudencia, se había preparado con esos libros para un debate. Le habían contado que el ‘doctor’, como se refiere a Pino Rubira cada vez que lo recuerda, tenía una biblioteca de lujo. Cuando entró era más de lo que se esperaba. Se trataba de un espacio silencioso a solo 10 pisos del caos de la ciudad.

Entre los libros que Pino Rubira consiguió estaba toda la obra del primer humanista de América, Andrés Bello; los comentarios completos que hizo Charles Demolombe al Código Civil francés o  la edición de los códigos españoles de 1878. Están también los  procedimientos judiciales de Don José de Vicente y Caravantes, en sus cinco tomos de 1856, o los nueve tomos en italiano de Opere Giuridiche de Piero Calamendrei, que datan de 1965. Durante su vida, Pino Rubira acumuló 1.767 títulos sobre derecho.

Cuando el jurista murió, Grace  fue quien le propuso a los hijos instalar una réplica de la biblioteca en la que fue su alma mater. Ellos  aceptaron entregarla en comodato junto con las estanterías de madera y las puertas. “Creo -dice Grace- que ellos entendieron que antes que recibir dinero, conservar una memoria histórica no tiene precio. Eso ayudó al traslado de los textos”.

El contrato se firmó en mayo de 2008. Entonces tuvo que acelerarse el proceso de entrega de los libros porque tras la muerte de Pino Rubira, él había acumulado una deuda gigantesca con la banca y una de las primeras acciones para saldar las cuentas era embargar su estudio jurídico, con todo lo que tuviera.

El proceso de reglamentación del convenio fue lento y un familiar protegió los libros en una vivienda en Lomas de Urdesa, en el norte de la ciudad, hasta que luego de tres impermeabilizaciones en el aula que ahora se encuentra la biblioteca y una serie de firmas, en diciembre de 2008, se inauguró con Grace como su directora.

Una de las primeras acciones a su favor fue inventariar aquellos libros del siglo XIX y gestionar su declaratoria como patrimonio cultural. En este proceso se declararon 288 libros, con lo cual se posibilitó la asesoría del Instituto Nacional de Patrimonio para su cuidado y orden.

Desde entonces, el espacio se ha modificado y ha tenido varios conflictos de poder. En 2014, Xavier Garaycoa, que entonces era decano de la facultad, quiso reducir la biblioteca a su mínima expresión. En la facultad hay quienes decían en voz alta: “¿Para qué queremos la biblioteca de un burgués?”. En una reunión con los propietarios, aquel intento de trasladar los libros de Pino Rubira a la biblioteca general de la facultad cesó.

Con la remodelación de la facultad el espacio se amplió, dejó un poco su elegancia por su funcionalidad y se recargó de mesas.

Desde el año pasado, Sánchez enfrenta un proceso de destitución como directora del espacio por no tener el título de bibliotecaria, a pesar de tener el de abogada y una maestría en derechos fundamentales y justicia constitucional. “Este es un tema que se maneja como privado”, dice la asesora de comunicación de Víctor Granados, actual decano de la facultad.

Desde la inauguración de la biblioteca, Sánchez se ha encargado de volverla un espacio de encuentro y estudio. En la biblioteca Pino Rubira, Stefany Santillán da clases de ajedrez desde 2016 “porque se necesitan espacios así para un juego del pensamiento”.

El actor y director de Teatro Arawa, Juan Coba, prepara una adaptación para montarla entre los libros de Pino Rubira. Él, quien por una investigación judicial llegó a la biblioteca, considera este un espacio con otra visión. “Este no es un sitio burocrático, sino de servicio, y creo que hay que apoyarlo y defenderlo”.

Si la universidad considera replantear las reglas que se firmaron en el comodato, los hijos de Pino Rubira ya tienen una universidad interesada como un nuevo destino para conservar la memoria de su padre. (I)

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