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Garamud, la semilla musical que germina en Ecuador

Tobi Mena (izq.), Andy Sebastiá (centro) y César Monges Jr., durante su presentación en La Aldea, el pasado 9 de septiembre.
Tobi Mena (izq.), Andy Sebastiá (centro) y César Monges Jr., durante su presentación en La Aldea, el pasado 9 de septiembre.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
24 de septiembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Garamud es un término amazigh, idioma de los bereberes del África subsahariana, que significa semilla que germina en tierra fértil; también se cree que, antiguamente, el vocablo designaba a los ‘mudos’, aunque no se refería a los faltos de voz, sino a aquellos que hablaban lenguas incomprensibles, es decir, a los extranjeros y a los esclavos.

Para un grupo de músicos de varios países, esa voz, esa tierra fértil, se encuentra en Ecuador.

Asentados en Quito, Yamine El Rhorba (Marruecos, 1982), en la voz, el santir y la kora; César Monges Jr. (Venezuela, 1974), en el saxofón, la flauta y la percusión menor; Jonathan Andrade (Ecuador, 1984), en la guitarra; Andy Sebastiá (México, 1962), en la batería y coros; y Esteban ‘Tobi’ Mena (Ecuador, 1983), en los teclados, se juntaron hace 4 meses para compartir sus saberes y fusionar la música tradicional marroquí, la música andina y el jazz, entre otros géneros.

Esta es una propuesta que se inscribe dentro del género de música del mundo y que busca la valoración de los sonidos gnawa –que es el nombre que reciben en el Magreb los miembros de una serie de cofradías místicas caracterizadas por el uso de cantos, danzas y rituales sincréticos como medios para llegar al trance–, y el encuentro con instrumentos occidentales como los sintetizadores, la batería, el saxofón y la guitarra.

“Esta fusión permite generar otros colores musicales, nuestra propuesta, si bien tiene mucho de música tradicional africana, también posee elementos de música andina, del jazz y del rock que reflejan lo que somos, nuestro bagaje como músicos y como personas; y aunque cuenta con elementos de música de más de 3 mil años de antigüedad, es una propuesta fresca”, dice Tobi Mena, tecladista.

Históricamente los músicos de kora han provenido de familias de griots –bardos o narradores orales– que pasan su arte de generación en generación y que adoptan el nombre de jali al momento de interpretar la kora.

Este rasgo de oralidad se descubre en las narraciones en torno a las que giran los temas y que, por ser cantadas en esa lengua que no comprendemos, Yamine debe traducir.

En los temas de Garamud –de rítmica embriagadora y canto seductor de juglar africano– se distinguen las cuerdas del santir (instrumento similar al laúd, pero sin trastes) y la rítmica de la kora que coquetean con las armonías del piano y la guitarra, creando una invitación para entrar en trance y florecer como lo hacen estos cinco músicos cuando se toman el escenario. (F)

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