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Gabriela Vargas lanza 'La ruta de la ceniza'

La autora trabaja con recuerdos sobre la enfermedad de su madre, la infancia y su recorrido por esos lugares.
La autora trabaja con recuerdos sobre la enfermedad de su madre, la infancia y su recorrido por esos lugares.
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
24 de junio de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Gabriela Vargas Aguirre (Guayaquil, 1984) empezó a escribir hace un poco más de seis años. Entonces, la poesía tenía un movimiento vertiginoso en la ciudad. Tal vez sea el mismo que ahora, pero se sentía de otra manera. Se convocaron lecturas públicas, concursos y cartoneras. Ella prefería solo leer y no publicar.

Cuando lee lo hace como si de ese momento dependiera el resto de su vida: su cuerpo delgado se mueve de tal manera que parece que algo se desenroscara para volverse a armar. Cuando escribe es más o menos lo mismo.

Terminó un par de libros y los borró. Sentía que no tenían su voz y que esas palabras ya no la representaban. Finalmente, después de escribir, hoy lanza su primer poemario, La ruta de la ceniza, en Casa Mitómana, en Quito. 

Tal vez este también lo hubiera borrado de su disco duro si no hubiera estado comprometida con cumplir los plazos después de ganar los fondos concursables del Ministerio de Cultura y Patrimonio para su publicación.

Empezó a escribir porque hacerlo fue, desde el primer momento, una forma de reconciliarse consigo misma. La ruta de la ceniza nació como un método para desenterrar el cáncer de la madre y su muerte posterior para, finalmente, cerrar un ciclo de su vida.

“Para aprender a decir se debe estar encerrado en el tronco de un árbol por los miles o millones de años que tardará este poema en contar las cosas, en enmendar las cosas”, dice Vargas en uno de sus poemas.

El poemario se conforma de recuerdos e imágenes que había olvidado. Recurrió a videos caseros y al recorrido por hospitales, en los que pasó su infancia porque la abuela tenía cirrosis, porque el padre es médico y, luego, porque su madre murió de cáncer.  Entonces los versos del libro se dividen en capítulos que tienen por nombre ‘Marcas de nacimiento’, ‘Funerales’, ‘La desviación del centro’ y ‘Rito de paso’.

Estos capítulos, a su vez, están poblados de poemas que la autora decide nombrar como ‘Flashback’, ‘La demolición de los hábitos o El final de un ciclo’, ‘Rito de paso’ o ‘Mea culpa’. 

Los primeros capítulos, después de los recorridos que hizo con el pasado, los terminó en 15 días. “Cuando empiezo a escribir encuentro un camino; así ese camino sea extraño, fue como una revelación, no podría dejar de escribir poesía, así deje de publicar”, dice Vargas.

La poeta María Auxiliadora Balladares dice sobre el trabajo de Vargas, a partir de una versión de su primer poemario, que el “yo poético (de la autora) es el cuerpo que no se corresponde con el deseo materno: insatisfacción fundante que convoca a la reescritura del cuerpo, del mar, del poema”.

Vargas escribe entre sus versos que “el hombre se inicia en un poema cuando se sienta sobre el mar y lo reescribe”. Cree que no hay nada nuevo que hacer en la poesía, que todo se retrata de aventurarse en nuevas formas de escritura.

Ahora, a punto de lanzar este primer poemario, dice que siente temor y al mismo tiempo alivio, “fue como enterrar a dos muertos: mi madre y mi sombra, o mi yo malo, como lo quieras pensar”, dice. (I)

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