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El Telégrafo
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Entrevista / Aleyda Quevedo Rojas / Poeta y ensayista ecuatoriana

"El arte es el último refugio que nos queda en el mundo actual"

"El arte es el último refugio que nos queda en el mundo actual"
Foto: Mario Egas / EL TELÉGRAFO
18 de septiembre de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

La más reciente publicación de Aleyda Quevedo Rojas (Quito, 1972) reúne 9 de sus libros con un criterio que ella define como autocrítico.

La escritora anuncia un silencio próximo, de 5 años, luego de la compilación. En ese período hará una búsqueda que le dará un giro —o no— a su poesía. El primer verso lo escribió a los 13 años y publicó a los 17. De esa época omitió la publicación de unos 40 poemas y la selección final tiene un prólogo del crítico literario Jesús David Curbelo.

Entre sus labores de gestión cultural, la autora hace una pausa para explicarle a este Diario sus motivaciones literarias.

En su poesía hay confesiones que simulan una conversación y conservan el tono coloquial. ¿En qué momento definió eso como constante para cada verso?

Los temas que he abordado no han tenido una intencionalidad de esa corriente del lenguaje que puede ser neobarroca. Me interesa darle la vuelta a las palabras porque la poesía es una manera de estructurar las emociones, a través del lenguaje, y hacer que estas reflexionen y que el pensamiento emocione. El trabajo conceptual tiene una fuerte carga surrealista, yo trabajo mucho con imágenes y metáforas. Me interesa alcanzar una musicalidad, una depuración muy fuerte, por eso tiendo hacia el epigrama, haiku y la poesía breve. Me interesa mucho esa cuestión sintética, casi matemática, que las palabras te permiten alcanzar cuando logras un ritmo en la poesía, con los elementos justos.

En el libro Ejercicios en aguas profundas emplea una especie de poesía narrativa, que deja de lado el verso libre...

Lo que quieren esas dos corrientes es capturar una manera muy potente de comunicación. Un eje muy potente de mi poesía es la luz, como tema, sobre las cuerdas o pulsiones que toco: el amor, el deseo, la libertad, el cuerpo, la muerte, la enfermedad... estos han sido obsesiones a lo largo de estos 27 años de escritura.

¿Esos sentidos tendrán que ver con la feminidad siempre?

Escribo desde la identidad femenina, pero he tratado de construir una especie de ser andrógino. Virginia Woolf dijo que para ser escritor se necesita ser un poco hombre y un poco mujer, así que me interesa recoger una sensibilidad del ser humano en su integralidad. Hay una marcada feminidad en el sentido de que exploro una zona que tiene que ver con reconocerse desde el cuerpo, como objeto estético, y de trabajar con el lenguaje, que tiene cicatrices y que puede ser vulnerado, violentado. El cuerpo es un objeto que considero un espacio de libertad, como el del amor irreverente, que recoge lo vivo y va hacia una androginia en la escritura.

Escribe desde la adolescencia, ¿qué cambio genera en los poetas el pasar del tiempo, la madurez?

Cuando uno deja de estar en las ligas de los poetas jóvenes [sonríe], entra en una instancia en la que ya no es tu preocupación publicar, ir a festivales, recitales o encuentros para estar visible. El interés empieza a ser contigo mismo, tratas de estar muy conforme con lo que te propones estética y éticamente, eso demanda silencio, lectura y un ejercicio de autoexigencia y autorreflexión que lleva al encierro. Y está bien que los poetas hagan un voto de silencio de vez en cuando.

¿Cómo conlleva la soledad necesaria para la escritura?

Como decía Charles Baudelaire, la poesía es una religión que se aspira en el perfume de la soledad. Es el género que más silencio interno exige para poder producir mejor y hacer un trabajo decantado. En ese sentido, cada vez rompo más poemas y hasta llego a pensar que mi décimo libro será de haikus. La idea es llegar a un producto estético que tenga que ver más con el silencio que con otra cosa.

¿Incorporar un prólogo académico más que descriptivo fue un riesgo que asumió en la edición?

Quería que se intenten digerir los 9 libros compilados. El público de poesía en Ecuador está en formación constante, hay que buscarlos y los jóvenes se acercan con más interés, pero es complejo que lleguen a hacerlo. No se trata solo de mostrar la poesía reunida, sino un proyecto artístico que lleva más de 25 años de trabajo. Necesitaba ese ojo, aunque no creo en la cuestión académica, en el supuesto aval de los títulos para los artistas. En la creación artística, lo que más cuenta es la posición ante la vida, las vivencias y lo que se lee.

En la presentación del libro habrá tres poetas jóvenes (Diana Herrera, Jorge Ramírez y Kevin Cuadrado) comentando su obra...

Quería incorporar un lado fresco frente al análisis filológico de un crítico. Me interesó su lectura vital, sus razones. A lo largo de varias conversaciones, se hicieron mis amigos, pero a su vez me leyeron y me lo dijeron. También estuvo el músico Milton Castañeda, porque la escritura, cuando sale la primera matriz del poema, requiere que yo escuche música, ya que es una alimentación muy fuerte.

¿Escucha mucho jazz?

Me gusta muchísimo John Coltrane, la música clásica y del mundo. Me he puesto a reescuchar todos los discos de Cesária Évora y encuentro al fado, la música de Portugal, repleta de poesía, voy hacia eso porque también leo a los poetas de cada uno de sus países.

¿Cómo recibió la noticia de que Bob Dylan obtuvo el Nobel?

Me gustó que se lo dieran, como el Reina Sofía se lo dieron a Leonard Cohen. Ante todo, ellos tienen una experiencia fundamental como escritores. Primero se propusieron trabajar las historias y luego musicalizarlas, esa es la gran tarea de los cantautores: sustentar los textos para volverlos música, ponerlos en canciones. Dylan tiene la capacidad de recoger la sensibilidad de su tiempo, es decir que ha cumplido con el reto mayor de los poetas. Rescata la forma en que una generación ama, enfrenta las guerras absurdas de su época, la globalización o la descomposición del capitalismo. Esa fiebre musical me toca y habría que ver si los premios musicales, como Emmy, se los otorgan a autores de canciones que sean poetas. La poesía debe trabajar con la música, ser visual incluso y llegar a otros artistas.

¿Para qué sirve el arte?

Modifica el espíritu y mejora la vida de las personas. En el mundo actual, el arte es como el último refugio que nos queda, un espacio de libertad en el que aún no entra con tanta fuerza el mercado que parece contaminar todo. (I)

Cierta manera de la luz sobre el cuerpo. El poemario es parte de la colección Letras claves de la Casa de la Cultura.

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