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El Telégrafo
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Entrevista / Patricio Vallejo / Actor y dramaturgo

"Con el Festival de Loja nos ahorramos años de gestión independiente"

"Con el Festival de Loja nos ahorramos años de gestión independiente"
Foto: Fernando Machado/ El Telégrafo
14 de noviembre de 2016 - 00:00 - Jéssica Zambrano Alvarado

El primero de noviembre, el dramaturgo y actor Patricio Vallejo se mudó a Loja, la ciudad que esta semana acogerá al Primer Festival Internacional de Artes Vivas y del cual fue nombrado gerente en julio de este año. Hace oficina entre las cafeterías que abundan en el centro de la ciudad y no deja de contestar el teléfono mientras coordina, relata, ajusta detalles y recorre los teatros que se intervienen a doble jornada para funcionar entre las 9 sedes del programa oficial.

Varios de estos espacios, como el Teatro Bolívar (que es junto con el Sucre uno de los más antiguos del país) o el Centro Cultural Alfredo Mora Reyes han sido usados en los últimos años como contenedores para otras artes, menos para el teatro. Con el Festival, Loja agranda en su espectro cultural una propuesta en artes escénicas que, de acuerdo con gestores locales como el actor Santiago Carpio, han tenido su efervescencia durante los últimos 3 años.

Días antes del Festival, la ciudad se moviliza: las entradas se venden en las boleterías de la dirección de turismo, los colegiales asisten a funciones previas, los hoteles copan sus reservaciones y unos mimos reparten el programa para que la gente escoja a qué función asistir.

Considera que el festival está dejando un legado aun antes de iniciar, ¿cuál sería?

Creo que aun antes de que se inaugure el Festival de Artes Vivas se está generando un legado en el que el primer beneficiario es el público y la ciudadanía de Loja. No solo porque ahora la ciudad cuenta con una infraestructura teatral espectacular, sino porque hay un sentido de descentralización, de autoestima, de ser capaces de organizar algo que normalmente podría ser acogido por una ciudad grande. Somos capaces de tener un teatro de este tamaño, de programar dentro de este festival eventos de altísima calidad y saber que esta ciudad ya es un centro cultural en la región y el país.

La ciudad tiene varios espacios próximos para hacer teatro, ¿qué ha pasado con esos escenarios que van a servir a la ciudad?

La ciudad tiene el Teatro Bolívar, que se empezó a construir a fines del siglo XIX y se concluyó en la primera década del siglo XX. Es de estilo neoclásico, precioso. Es como el Teatro Sucre, pero más pequeño. Estaba en deterioro, sucio, se lo usaba en condiciones muy precarias,  las paredes estaban húmedas, no podía acoger artistas internacionales. Ese teatro ahora está precioso. Siempre fue el espacio teatral de la ciudad y ahora podrá funcionar como tal.

Hay casas patrimoniales que maneja la Alcaldía como el Centro Cultural Alfredo Mora Reyes, donde se hizo un nuevo techado del patio interior (con fibra de vidrio y gypsum para mejorar la sonoridad). Volvimos a activar ese espacio y es donde se van a presentar las obras más experimentales. Hay otros espacios como el Teatro José Cueva Celi de la Casa de la Cultura y el Teatro Loja que está dentro del Colegio La Inmaculada, a estos solos les proveeremos de radio técnico. Toda esta infraestructura ya tenía la ciudad. Esto, definitivamente, antes de empezar al Festival, pone a la ciudad como una capital para el teatro y esa infraestructura puede incrementar.

¿Cómo logró que en 4 meses de organización puedan llegar grupos como Olé Company o Eric Bouvron?

La gente no sabía dónde quedaba Loja, pero ante la invitación de un programador conocido, que genera confianza, y de la invitación personal del Presidente de la República a Eric Bouvron y Olé Comedy, a través de personas que han hecho la gestión administrativa, no se pudieron negar. Este es un festival institucional, lo impulsa el Ministerio de Cultura. Hay decenas de personas que han hecho este festival, que lo han concretado, pero todas alineadas a la dirección.

Un festival podría considerarse efímero, las obras vienen y se van si no se generan diálogos, en ese sentido, ¿cómo puede calar su realización en la vida cultural de las personas?

El encuentro entre el artista y el espectador genera una relación imborrable. El espectáculo es efímero, no lo puedo guardar en una pared, ni en el bolsillo o reproducirlo en el tocadiscos, pero en mi ser íntimo esas imágenes se vuelven imborrables, te acompañan por el resto de la vida. Genera una relación en la actitud de los individuos y de las sociedades por la que optan por una experiencia distinta. Nunca la industria del espectáculo cumple con la satisfacción de todas las personas. No todos son hinchas de fútbol, ni todos van a megaconciertos.

Hay un segmento de la población que descubre una experiencia estética con el teatro que se vuelve única. Se puede generar una juventud que diga este viernes me voy de rumba y el próximo aprovecho para ir al teatro. Eso produce transformaciones en las sociedades porque lo incorporan en su vida, en su psiquis. Cuando uno pasa por el Teatro Benjamín Carrión (una infraestructura creada para el festival con capacidad para 900 personas) se genera un efecto de identidad capaz de cambiar los comportamientos y que normalmente en un medio como el nuestro demora muchos años.

Nos ahorramos años de trabajo independiente, aislado, de artistas sufridos, que pudieron haber llegado a un festival así y a tener esta infraestructura después de 30 años de mendigar pan por aquí y por allá. Todo porque hay una institucionalidad que ha decidido poner en vida y en seriedad los discursos de descentralización, los recursos de reconocimiento de las tradiciones culturales.

Y que se ha criticado como un capricho...

No es un capricho, sino una convicción, que es distinto y por eso me alineé. El teatro no es para un capricho. Es un ofrecimiento de mi vida a algo que me produce satisfacciones. Es una enorme convicción. El presidente Correa cree —y comparto— en que podemos convertir a una ciudad de una provincia pequeña en un centro cultural visible para el mundo entero porque hay una población, una convicción, una historia que va sostener esto. Si no hubiera eso en Loja sería un desperdicio. Loja es una ciudad cultural, tiene el conservatorio con más estudiantes en Ecuador. Esta es una ciudad de músicos, poetas, escritores, es una ciudad en que la permanentemente ves jóvenes que hacen esfuerzos enormes por salir y, cuando logran consolidarse, se van más allá, pero después vuelven a trabajar en Loja.

¿Cuál cree que es el efecto de que la infraestructura se adelante al establecimiento de una política pública para el manejo de estos espacios patrimoniales?

Genera un legado. Mira que se sintió la respuesta del centro: “¿Cómo así Loja?”, decían los artistas, “pero, ¿por qué Loja? En Loja no pasa nada”. Los artistas que piensan eso no han venido jamás. Aquí pasa mucho. Estas transformaciones son buenas.

Hay una crítica al festival porque existen otros ya consolidados que no han recibido este tipo de subvenciones, mientras que para este se designa un presupuesto de $ 22 millones (entre la construcción del teatro y la producción).

Es como en una familia. Si ya sé que hay algo que está en camino, que hay teatro en ciudades como Manta, Guayaquil, Cuenca o Quito, ¿por qué, si se suma una nueva ciudad, es algo malo? Hay más opciones. Hace 2 años eso no existía. A veces resentimos una nueva suma. Ojalá que llegue el momento en que seamos la utopía de Benjamín Carrión, una potencia cultural, que en todas las provincias haya una oferta cultural.

En Ecuador, las decisiones culturales como la creación del Teatro Sucre, la Casa de la Cultura, ahora la Universidad de las Artes han sido políticas, ¿es sano esto?

La gestión independiente genera, provoca, seduce, pero es la institucionalidad pública y los recursos los que consolidan. Sin esos recursos la vida cultural de autogestión es imposible. Nueva York tiene subvenciones enormes en Cultura. En general la vida cultural requiere de decisiones políticas. Mi pensamiento personal es que lo que tiene que cambiar es que sean decisiones que vienen de la discrecionalidad de una autoridad. Deberían venir de la mano de una generación, por eso la Ley de Cultura es trascendente y hay que reglamentarla. Esa ley es una ganancia para el país. (I)

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