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La tranquilidad de sectores antiguos fue reemplazada con un alto movimiento comercial

Los guayaquileños se adaptan a la evolución urbana de su ciudad

La calle Numa Pompilio Llona, en Las Peñas, antes solo era transitada por camiones de Cervecería Nacional.
La calle Numa Pompilio Llona, en Las Peñas, antes solo era transitada por camiones de Cervecería Nacional.
Foto: Lylibeth Coloma / EL TELÉGRAFO
09 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción Ciudadanía

Una ventana adornada con rosales es el marco donde Víctor Hugo Muñoz, de 71 años, observa el ir y venir de cientos de personas que transitan por el empedrado camino del barrio Las Peñas, al pie del cerro Santa Ana, un lugar que forma parte del inicio del desarrollo urbano de Guayaquil.

Muñoz nació en el sector conocido como Boca 9, otro lugar emblemático de la ciudad, pero decidió radicarse en Las Peñas en 1983 para encontrar un sitio tranquilo donde inspirarse para pintar sus cuadros.

Ese ambiente calmado solo le duró hasta el año 2000 cuando, por obra del Municipio, llegó la publicitada “regeneración urbana” y el lugar se volvió turístico. “Resulta imposible la tranquilidad con tanto movimiento”, dice sonriente.

Y sonríe por la ironía pues, admite, que con el desarrollo llegó la seguridad que no había entre las décadas de 1980 y 1990. Comenta que  antaño, desde el cerro bajaba gente a robar a los transeúntes por lo que nadie, excepto los residentes, se atrevía a caminar por el lugar.

El varadero Barcelona, desde hace décadas, mantiene la tradicional actividad de dar limpieza y mantenimiento a embarcaciones, al pie del río Guayas. Foto: José Morán / EL TELÉGRAFO

Según registros del Archivo Histórico, hasta 1909 los límites de Guayaquil eran el cerro Santa Ana al norte, barrio del Astillero al sur, y  los actuales terrenos de la Universidad de Guayaquil, al oeste. Para 1939, en este último punto cardinal nació el barrio Garay.

En el sitio muy poco ha quedado del estilo colonial que predominó en la ciudad hasta mediados del siglo pasado. De hecho, solo existe una casa de madera que resalta entre aquellas modernas y contemporáneas de cemento.

El octogenario Jorge De la A, uno de los residentes más antiguos de la zona, afirma que el inmueble tiene casi 8 décadas. Según él, varias familias aún habitan en el inmueble. “Es la única del barrio que no ha sido reconstruida”.

De la A afirma que el barrio nació y se desarrolló a punta de la actividad pesquera en el estero Salado, donde los protagonistas eran gente de la península de Santa Elena. “Yo llegué con mi padre, al igual que varias familias de aquí”.

Por ello es común encontrar  apellidos peninsulares como Tumbaco, Orrala, De la S, Suárez, González, Reyes, entre otros. Sin embargo, la pesca terminó con el crecimiento urbano y la contaminación del estero. Actualmente, el motor económico del lugar depende de los locales que venden repuestos y accesorios para automotores.

Mientras, en el barrio del Astillero, al extremo sur de la parte más antigua de la ciudad, la tranquilidad es algo que persiste al paso de los años... O por lo menos es el ambiente que predomina la mayor parte del tiempo, afirma Josué Vela,  quien vive desde hace 15 años en García Goyena y Jorge Urbina.

Hace 70 años, sus abuelos compraron el inmueble de tres plantas donde reside junto a otras dos familias, a pocas cuadras del Castillo de Espronceda (calles Eloy Alfaro y Venezuela), una estructura que data de la década de 1930 y que fue declarada Patrimonio Cultural del país desde el 7 de junio de 1990.

Vela comenta que solo existen dos cosas que quebrantan el ambiente silencioso del extremo del barrio que limita con el río Guayas: los pregones estudiantiles por las fiestas de la ciudad y el ruido que ocasionan los escasos varaderos que representan el último espacio que relaciona el sitio con sus orígenes navieros. “De ahí, es como una zona fantasma donde los delincuentes solo respetan a la gente del barrio”.

Un grupo que también conoce la solidaridad barrial es la “gallada” de Boyacá y 9 de Octubre, punto donde se reúne un grupo de adultos mayores para conversar. Gabriel Moscoso, de 78 años, rememora los días en que “cada cuadra del boulevard era un barrio pero el que más se conocía era Boca 9”.

Hoy, la avenida que servía para presentaciones de grupos musicales y bandas de pueblo se mueve al ritmo de los locales comerciales y los millones de personas que transitan por el emblemático lugar. (I)

Los estilos arquitectónicos clásicos predominan en los soportales de los inmuebles del sector conocido como Boca 9. Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO

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