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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Del submarino a la iglesia. La metamorfosis del cura.

31 de agosto de 2017 - 00:00

“Primero aniquilaron a los comunistas. Pero como yo no era comunista, no dije nada...” Ya todos conocemos el resto. Siguieron con los otros grupos sociales: obreros, judíos, y no hubo problema porque el asunto no era conmigo. Hasta que vinieron por mí, y no hubo nadie que me defendiera. Más de una vez hemos escuchado y leído este texto que no pertenece a Bertold Brecht, como se le atribuye, sino a un hombre con una historia impresionante que, además, nunca lo escribió, sino que lo pronunció en un sermón.

Ese personaje se llamaba Martin Niemöller y se inició como comandante de un submarino, durante la Primera Guerra Mundial, y luego dirigió un regimiento en tierra. Terminado el conflicto, y cansado de bombas y de muertes, decidió estudiar teología y se convirtió en un sacerdote de intensa prédica, con un rabioso discurso anticomunista y antijudío. Y quiso la suerte que Hitler llegara al poder en Alemania, para que Niemöller sintiera que aquello era un anuncio del prometido paraíso en la tierra.

Pero cuando Hitler, delirante, afirmó que los alemanes nacían sin el pecado original, que el nazismo era la más alta expresión del cristianismo, la sagrada voluntad de Dios, y otras cosas por el estilo, Niemöller tomó distancia y se hizo sospechoso. La Gestapo infiltró espías entre sus fieles y se hicieron sus amigos y confidentes. Pero Niemöller, como antiguo militar, sabía del peligro y nunca cayó en la trampa, hasta que un día, un experto, desde la central telefónica, convirtió su aparato telefónico en una grabadora que transmitía todo lo que Niemöller hablaba en su casa, sin necesidad de levantar el auricular. Capturado por algo que le dijo a su esposa acerca de Hitler, fue llevado a un campo de concentración donde sobrevivió durante 8 años hasta el final de la guerra.

De Niemöller apenas se conoce aquel sermón reproducido en principio en forma oral y luego llevado a tantas lenguas, en tantas versiones. Pero no se recuerda que, al cumplir los 90 años declaró que, por Hiroshima y Nagasaki, Harry Truman era tan criminal como Hitler. Y al recordar su vida decía: “Empecé como conservador anticomunista. Ahora soy revolucionario. Si vivo unos meses más, me verán al lado de los anarquistas.”

En ajedrez, también, la metamorfosis, con sacrificios libera y logra el triunfo.

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