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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Actriz, hilandera, gobernante y santa

01 de junio de 2017 - 00:00

En la historia cada personaje es más extraño que el otro. Algunos son inmortalizados en libros y en estatuas, o son famosos por alguna guerra o cosa parecida. Pero hay otros que no se mencionan mucho y es mucho lo que tienen qué contar.

Existía, en la antigua Constantinopla, un hipódromo que era el lugar de esparcimiento público más grande de todo el mundo: allí había desde carreras de caballos y elefantes, hasta luchas a muerte entre gladiadores, o contra osos, leones, y otros animales salvajes. Uno de los entrenadores de osos de combate, tenía una hija llamada Teodora que a ratos era actriz, y que, por bella, después se especializó en alquilar su cuerpo a quien quisiera pagar por tenerlo.

Procopio, el cronista de hace mil quinientos años, describía a Teodora como una fiera insaciable de lujuria que, en una noche, y noche tras noche, dejaba exhaustos y humillados a treinta y más jóvenes vigorosos en sus fiestas inenarrables.

Pero algo sucedió en el alma de Teodora: de repente abandonó su vida de lascivia, alquiló un pequeño cuarto no lejos del palacio del emperador Justiniano, y dedicaba las horas a tejer sin descanso, en la puerta, como la más humilde y recatada mujer. Un día el emperador la vio y quedó enamorado de ella. Enseguida cambió todas las leyes que impedían el matrimonio del emperador con una ex actriz, le concedió el título de “Augusta Patricia” y se casó con ella.

Pero no solo fue su esposa. Al principio, Teodora fue el poder tras el poder, y luego se convirtió en el poder total. Cuando su esposo Justiniano tomó una serie de medidas que molestaron a la población, sus opositores se reunieron en el hipódromo y se inició una sublevación. Justiniano, al verse perdido, ordenó a sus ministros y allegados organizar todo para la fuga y el abandono del poder. Teodora, entonces, tomó el mando del ejército y dirigió la represión: al final murieron más de treinta mil personas en el hipódromo, y Justiniano conservó el poder. Fue la masacre más grande de civiles en la historia, antes de las Cruzadas y la bomba de Hiroshima.

Teodora después legisló a favor de la mujer y de los niños, creó un monasterio llamado Metanoia, (es decir, Arrepentimiento), que sirviera de refugio a las prostitutas retiradas que quisieran abandonar el oficio, concedió derechos a mujeres divorciadas, creó la pena de muerte para violadores, y eliminó la pena de muerte para mujeres adúlteras. A su muerte, Justiniano y Teodora fueron convertidos en Santos de la iglesia Cristiana.

En ajedrez, también, hay damas que saben hacerlo todo a su manera:

Izq: Recreación del hipódromo de Constantinopla. Centro: Vista desde el aire. Der: El emperador Justiniano y Teodora, su esposa.
Fotos: Internet
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