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Los tomabelas iniciaron la búsqueda de su identidad

Rosario Pimbomasa ora en la iglesia de Santa Rosa, un sector rural del cantón Ambaro.
Rosario Pimbomasa ora en la iglesia de Santa Rosa, un sector rural del cantón Ambaro.
Fotos: John Guevara / El Telégrafo
24 de septiembre de 2016 - 00:00 - José Miguel Castillo

El poncho oscuro y el pantalón blanco no revelan la etnia a la que pertenecen los indígenas que visten con esas prendas. Uno de ellos se llama Segundo José Caiza y el otro es Alberto Guapisaca.

Caiza es abogado y su oficina funciona en el tercer piso de un edificio situado en el número 845 de la calle Juan Benigno Vela y Castillo, en el centro de Ambato.

Guapisaca fue director nacional bilingüe y actualmente dirige a la Unidad Educativa del Milenio Intercultural Bilingüe Chibuleo que se levanta en la parroquia Juan Benigno Vela a 30 minutos de Ambato.

“Somos tomabelas aunque la gente nos confunda con salasacas”, dice Caiza con una sonrisa fugaz y a continuación se sienta frente al computador.

Abre unos archivos que repasa sin apuro y comenta sobre 2 acontecimientos que, en su opinión, les ayudarán a visibilizar en Tungurahua a esta agrupación andina de la que no se conoce más que lo estrictamente indispensable.

“En junio de 2016 empezamos oficialmente la investigación de nuestros orígenes que nos ayudarán a definir nuestra identidad y con eso esperamos retomar nuestras costumbres ancestrales que se están perdiendo.

Además, he sido nombrado presidente del Movimiento Indígena de Tungurahua con sede en Atocha (MITA)”, explica con calma Caiza, actual líder de los tomabelas y dirigente de la Unión de Comunidades Toallo Santa Rosa.

“Estamos al sureste de Tungurahua en la parroquia Santa Rosa donde hay presencia tomabela en 7 comunidades como Angahuana Alto, Angahuana Bajo, Apatug, Apatug Cuatro Esquinas, Apatug San Pablo, Toallo Misquillí y El Quinche. Esto no quiere decir que todos seamos tomabelas, pues estamos en un proceso de investigación y definición”, aseguró Caiza.

Tungurahua, provincia multiétnica

En esta provincia de la Sierra centro coexisten pueblos de la nacionalidad kichwa como el chibuleo, el salasaka, el kisapincha y el pilahuín.

Se estima que de los 581.389 habitantes en los 9 cantones, más de 120 mil son indígenas. Sus miembros hablan kichwa y español. De los pueblos mencionados se conoce mucho de sus atuendos, fiestas, tradiciones, gastronomía, agricultura y problemas de desarrollo. No así de los tomabelas.

Para Alberto Guapisaca el acceso a la educación bilingüe ayudó a muchos jóvenes a continuar con el uso de la vestimenta, lengua y costumbres heredadas.

“Este fortalecimiento y respeto por las costumbres de los pueblos indígenas ha hecho posible poner en marcha proyectos como Guardianes de la Lengua en 14 unidades educativas del país. Con eso se acentúa la tolerancia, la práctica de nuestros saberes y se promueve nuestra identidad”, asegura Guapisaca.

Origen de los tomabela

Durante la época de la colonia, 12 ayllus (grupos familiares indígenas) formaban en Pilahuín la reducción de Tomabela y la Sal que era gobernada por la familia Cando Pilamunga que tenía influencia en Chimbo, Guaranda, Simiatug, Salinas, Pilahuín, Santa Rosa de Miñarica y mantenía mitimaes (pueblos desarraigados) en Quito, Chillo, Ambato y Pelileo. Todos encomendados al español Diego Montanero.

Según los historiadores, los tomabelas practicaban un sistema de cultivo por islotes altitudinales. Así obtenían tomate riñón, maíz, habas, papas, fréjol y hortalizas. Son descendientes de habitantes de Cajamarca (Perú) y se establecieron cerca de Chimbo (Bolívar). Se relacionaban con otros pueblos, especialmente los Salinas con quienes comercializaban la sal.

“La práctica agrícola sigue vigente en la actualidad, aunque en menor escala. Como en otros pueblos andinos, estos saberes se están perdiendo por la falta de interés por conservarlos. Tratamos de aplicarlos en las unidades educativas, por supuesto, pero no es suficiente”, asegura Martha Lligalo, profesora tomabela que viste una blusa blanca bordada, un anaco y alpargatas negras, collares de coral de mullo y una faja ancha usualmente de color morado.

Los hombres utilizan poncho negro o azul oscuro, pantalón y camisa blancos y zapatos de cuero. El sombrero inmaculado es de copa y lo emplean más las mujeres. El sábado 17 de septiembre de 2016, José Caiza se posesionó como presidente del MITA. (I)

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