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El Telégrafo
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La tradición del animero del cantón Patate cumplió 102 años con la cuarta generación

Pascual y Artemio Guamán salieron juntos para esta sesión fotográfica. Caminan por las sendas del cementerio local que es el lugar de partida y llegada de los recorridos nocturnos que empiezan en 15 de octubre.
Pascual y Artemio Guamán salieron juntos para esta sesión fotográfica. Caminan por las sendas del cementerio local que es el lugar de partida y llegada de los recorridos nocturnos que empiezan en 15 de octubre.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
05 de noviembre de 2016 - 00:00 - José Miguel Castillo

Las andanzas del animero Luis Artemio Guamán se volvieron leyenda en el cantón Patate y sus 3 parroquias rurales. Durante 42 años cumplió —a frío y sombra— con el encargo de su padre (Ángel María) y de su abuelo (Jacobo) de ser el ‘nexo’ entre los vivos y las almas del Purgatorio, también llamadas ánimas. De ahí tomó su nombre.

Don Artemio ahora está retirado. En 2010 entregó la campana y el báculo a su hijo, Luis Pascual, quien incluso cuenta con 3 aprendices que lo acompañan en sus rondas nocturnas que empiezan cada año el 15 de octubre y concluyen el 3 de noviembre para coincidir con el Día de los Difuntos.

“Regresé parcialmente a la agricultura. Tantos años de chupar frío me dañaron las piernas y las caderas. Camino con dificultad y me hago chequear cada semana con el médico. Lo que más me apena es la soledad de las madrugadas”, dice don Artemio, de 76 años, dentro de su modesto cuarto en el segundo piso de una casa antigua.

Cuando se cansa encorva su espalda y su andar se vuelve cansino y lastimero. La gente que lo reconoce no sabe si tenerle admiración o lástima. El alcalde Medardo Chiliquinga reconoce la labor del exanimero. “La familia Guamán creó una historia popular que ya es parte de nuestra identidad como patateños”.

Don Artemio empezó en estas andanzas a los 11 años con su padre. Y desde entonces asegura sentirse seguro y en familia con los muertos. “Cuando me toque partir me iré en paz. Sé que estaré mejor”. (I)

Punto de vista

Rastros históricos

Roque Soria, historiador de las leyendas de Patate  

La tradición del animero de Patate, como en otros pueblos del Ecuador, fue el fruto del mestizaje y la influencia de la Iglesia católica en las comunidades indígenas. En este cantón empezó durante la Colonia por intermedio de los padres Dominicos. Este personaje viene de la religiosidad popular española como un nexo entre los vivos y las almas del purgatorio.  Quince días antes del Día de los Difuntos sale por las noches con una campanilla; en nuestro caso, este instrumento es el mismo que fue hallado después del terremoto del 4 de febrero de 1797 y que dio lugar al encuentro con la imagen del Cristo de la Pasión que aquí se venera con el apelativo del Señor del Terremoto y que cuenta con un santuario. El animero hace una promesa pública que cumple cada año. Con sus cánticos pide oraciones en las esquinas para las ánimas. Antes el recorrido empezaba a la medianoche y en cada cruce cumplía con su ritual.

En Patate los adultos que tienen más de 40 años tienen recuerdos de su niñez relacionados con este personaje. En aquellos tiempos habían apagones y en las tinieblas se escuchaba el paso del animero cuando llamaba a las almas que estaban en pena y las invitaba a continuar con su transición al más allá. Hoy, en el caso de la familia Guamán, esta tarea ha superado los 100 años y por fortuna los jóvenes se han involucrado con esta tarea lo que garantiza su será perenne. (O)

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