Ecuador, 19 de Abril de 2024
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El Telégrafo

Especial

Niños y más niños





A donde quiera que mires encontrarás niños en Warints. Juegan en grupo, corren entre la vegetación, bajan a bañarse al río y caminan descalzos. La población de menores de edad es muy alta en esta comunidad Shuar y se debe a un particular motivo. Las familias son muy grandes.

En la ciudad, los hogares generalmente no sobrepasan los dos hijos. En la vida rural, este número se incrementa, pero no tanto como en Warints, cuyo promedio de descendientes es de 8 a 10. Esto explica por qué en cada casa asoman decenas de cabecitas con ojos curiosos.

Los bebés nacen frecuentemente. Las mujeres los cargan en brazos o sostenidos con una especie de tela que agarran a su cuerpo. La diferencia con la costumbre de la Sierra es que la posición del infante es en el pecho, pegado al vientre, y no en la espalda de la madre.

‘Doña Cleme’ baja por la pista hacia la cancha de fútbol. Es una mujer que bordea los 35 años de edad y la acompaña una joven que no parece tener más de 18. Ambas son madre e hija y ambas cargan a sus respectivos hijos. Tío y sobrino son de la misma edad y se criarán como hermanos, aunque biológicamente no lo sean.

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“Yo solamente tengo tres hijos. Me da vergüenza, mis amigos me molestan”, cuenta Francisco Juan. Alrededor de 150 niños viven en esta comunidad. Además, el 40% de la población es menor de edad.

Por eso la escuela Cordillera del Cóndor es el conjunto de inmuebles más grande de todo el lugar. En seis cabañas pintadas de azul y amarillo hay 16 aulas habilitadas para recibir a 299 alumnos.

Los pequeños de Warints salen desde sus casas hacia la escuela para aprender sobre cultura shuar y el pénsum que imparte el Ministerio de Educación. A los más chiquitos se los distingue por coloridas mochilas de tela, del tamaño de su cuerpo, y con llamativos diseños. Algunas madres acompañan a sus hijos y les cargan las maletas escolares.

Los pasillos del centro educativo son tablas arrejuntadas entre sí por encima de un espacio elevado, cómún en la arquitectura amazónica. Un chiquillo encontró un hueco en el piso y mete su mano para atrapar algo. Dos compañeritos lo observan con mirada pícara. El niño saca lo que busca y corren al salón porque el profesor está por entrar.

Planificación familiar

“A las parejas les gusta procrear bastantes hijos para tener familias grandes”, explica Giovani Antún. A sus 38 años, él y su esposa han concebido en nueve ocasiones. “Quisimos tener 10 pero llegamos al noveno y dijimos hasta acá nomás”, relata. Esta anécdota es recurrente, la mayoría de habitantes aspiraba a superar la decena de hijos, no todos lo lograron.

La natalidad también se debe a los embarazos juveniles, producto de matrimonios entre jóvenes. Giovani se casó a los 16 años y desde entonces ha procreado. La vida sexual comienza a temprana edad, por lo que a los 35 años la cantidad de hijos no solo supera los dedos de una mano, sino que incluso ya son abuelos. A los 19 años es tarde para recién casarse o concebir un bebé.

No es una ley ni una obligación, pero en ocasiones las uniones se arreglan entre las familias. También se han registrado casos de bodas entre adolescentes de tan solo 13 años.

El concepto urbano de planificación familiar no se aplica en Warints porque para ellos planificar es, justamente, tener varios hijos y fecundar cada cierto tiempo a sus mujeres. En esta cultura, la madre se encarga de criar y cuidar a los niños. Tantos hijos no es un problema porque la comida nunca les faltará. En el campo animales y vegetales están a la mano.

Un techo bajo el que dormir también tendrán asegurado. Los hermanos comparten las habitaciones hasta que tengan la edad o recursos suficientes para construir su propia casa y partir del hogar. Esto, a diferencia del mundo citadino, bien podría ocurrir antes de cumplir los 20 años.

Sin embargo, hay un aspecto importante que se ve perjudicado por la natalidad: el acceso a la universidad. “Mis amigos me preguntan, ¿Francisco por qué solo tres? Y yo respondo: ‘por la educación’”, argumenta el rector de la unidad educativa. Sus tres hijos viven actualmente fuera de Warints y se preparan en institutos de tercer nivel en ciudades cercanas.

La educación primaria y secundaria es gratuita, pero costear una carrera profesional no es fácil. Desde el punto de vista económico, enviar un hijo a Macas es complicado, ni se diga a 10. La mayoría de jóvenes terminan el colegio y se dedican a trabajar en el campo.

“Yo no puedo permitir que mi hija se case de muy joven. Tiene que tener su título primero y superarse”, declara Francisco. Su forma de pensar es muy distinta a la de su padre, quien procreó 22 hijos, con dos mujeres. Entre risas acepta que es una familia bastante grande, pero que aún así mantiene la relación con todos sus hermanos. ¿Se acordará de sus nombres? Queda como interrogante.

Que un hijo hable sobre las múltiples esposas de su padre, un acto de evidente infidelidad para la mentalidad urbana, es bastante común en las comunidades Shuar. Un hombre con dos mujeres, hoy en día, es menor a lo que ocurría en las generaciones de antaño. Los hombres llegaban a tener relaciones con cuatro mujeres y embarazarlas a cada una de ellas.

Soledad Wachapa, de 32 años, señala que dentro del pueblo amazónico es bien aceptado ese comportamiento masculino. También apunta que hay más mujeres que hombres, por lo que en cierta manera se justifica que eso pase. Ella lleva cuatro hijos con su marido y no descarta próximamente el quinto.

Sin embargo, el asunto va más a fondo y toca aspectos serios. Por ejemplo, una mujer infértil carece de valor. Esta afirmación podrá estremecer, pero es parte de una realidad cultural. Fuentes revelan que si la esposa no provee de los hijos que el marido quiere o pide, buscará otra que se los dé.

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En una familia shuar, el esposo domina el hogar. Su voluntad se cumple a rajatabla. La mujer se queda en casa a cargo de los hijos y los animales domésticos, mientras que él sale de caza o a trabajar en las fincas. Actualmente laboran en el campamento de exploración de Lowell Mineral (Solaris Resources) como mano de obra.

La dinámica es recurrente en la mayoría de casos. El hombre volverá a casa y saciará sus necesidades sexuales, sin preservativos y sin tratar de evitar el embarazo de su pareja. Inclusive, luego del parto de su mujer lo volverá a intentar. Hay mujeres que están de acuerdo en parir varios niños, pero hay otras que llegan a un punto en el que no quieren más. Ahí entran los primeros conflictos porque el hombre, generalmente, se niega.

La minera emprendió una campaña de educación sexual en Warints. Entre sus acciones estuvo la entrega de métodos anticonceptivos. Terminaron en el piso. Se los rechazó porque aún la mujer es vista con una función reproductiva. El inconveniente es que este paternalismo puede provocar problemas sociales como el aborto.

Es casi un hecho que las mujeres que lo decidan no serán las adolescentes, porque como se ha explicado, es algo natural que sean madres tan jóvenes. Las mujeres adultas, con varios embarazos en su haber, son las que buscarían la forma de frenar la gestación, pese a los riesgos sanitarios que eso implica.

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Una señora, de unos 50 años, cuenta que ha sido madre en 10 ocasiones y ya tiene cuatro nietos. Lo dice mientras la siguen dos pequeños, uno que juega inocentemente con un machete, y otro con el torso desnudo. No aclaró si son sus hijos, pero ¿Por qué tuvo tantos? No supo responder.

Por obligación, cultura o deseo propio, lo cierto es que Warints es una tierra de niños y eso la mantendrá viva por mucho tiempo más. Y es que si algo no faltará en las casas Shuar es esa melodía de risa traviesa que solo un pequeño es capaz de provocar. (I)